Desde que el hombre llegó a
la tierra la fascinación por su único satélite natural le ha llevado a soñar.
Su gran tamaño, sus ciclos orbitales, sus fases, hizo que junto al sol en
muchas culturas antiguas fuera una deidad, sirviera como calendario, alimentara
su imaginación, azuzara fantasmas y avivara el misterio, cuando en los días de
luna llena se despiertan todos los miedos.
Cuenta la leyenda que en una noche
atávica, la luna quiso bajar a la tierra y quedó enredada entre las ramas de un
árbol, donde un lobo se encontraba descansando. Esta empezó a acariciar su
hocico y jugaron toda la noche, hasta que ella volvió al firmamento, a su
hogar; y el lobo se adentró con pesar en el bosque.
La blanca esfera le siguió con la
mirada y para recordarle siempre, le robó su sombra. Por eso el lobo desde
entonces le aúlla en las noches de luna llena para pedirle que le devuelva su
silueta.
Eso dice la leyenda. Pero hombres
poco románticos, poco tiernos, poco noveleros, han dicho que el
aullido del lobo, al igual que el de otros cánidos, era utilizado como una
forma de comunicación para alertarse unos a otros, para llamar en la época del
celo, para marcar territorio, para arropar a sus crías… Y mirando con desdén a
quiénes disfrutan con las leyendas dejaron caer que… en las noches despejadas
de luna llena, la actividad de aullidos se incrementa por el aumento de
luminosidad.
Y vino Anaxágoras
para ofrecernos una visión racional de lo que era la luna, y dijo que tanto el
sol como la luna eran dos cuerpos gigantes, rocosos y esféricos y que la luz
emitida por la luna no era más que el reflejo del sol.
¡Qué soso debió haber sido
ese hombre! Es mucho más romántico considerar que ese faro de la noche con sus ciclos
de veintiocho días, siendo así de femenina, algo tendría que ver con la
fertilidad, pues va creciendo y desarrollándose a medida que van pasando los
días.
Es tan hermosa que se ha dejado
rodear por mitos y leyendas y cierra los oídos cuando le dicen que la mayoría
son erróneos.
Las abuelas aseguraban que tenía el
poder de hacer crecer más el pelo y las uñas, en su fase creciente. Según los
expertos el pelo crece una media de un centímetro a centímetro y medio al mes,
gracias al folículo piloso y que la luna no tiene nada que ver.
Ni se me ocurre preguntarles por su
lado oscuro, el llamado refugio de las almas malignas, de las tres parcas o de
las brujas, si no son capaces de ver que entre las montañas que se dibujan en
ella podemos ver un sapo, una rana, una liebre, un conejo, un hombre con leña
al hombro y a veces hasta el mismo San Jorge con su lanza.
No quiero que la
ciencia me desvele con palabras prosaicas ese espíritu misterioso que la luna
nos hace sentir. Culpan a la literatura romántica de
la creencia tan apetitosa de que la luna sea de queso. Menos mal que están de
acuerdo en que la luna afecta a las mareas. Lo que al parecer han desmentido,
de momento, es que la luna llena influya en las emociones, aumentando los
nacimientos y ¡horror! la criminalidad.
Lo que sí han confirmado, con
algunas dudas, que hay una correlación entre las fases de la luna y los ritmos
biológicos del ser humano durante el sueño.
La cultura griega bautizó a la luna
con el nombre de Selene y la relacionaron con el sol, su amante eterno, y
aunque la mayor parte del tiempo andan separados, no pueden existir, el uno sin
el otro.
Pero ellos se han buscado sus triquiñuelas y al menos cada año y
medio, en algún lugar de la tierra, ocurre que la luna se mueve por delante del
sol y todo se pone oscuro, eclipse solar le llaman, es la estrategia femenina
para que nadie pueda ver el momento de mayor intimidad entre los dos amantes.
El sol tan contento nos hace un guiño |
No hay comentarios:
Publicar un comentario