Todos llevamos máscaras. A veces lo hacemos por una decisión propia. Otras, sin
embargo, es la sociedad la que nos obliga a ocultar nuestros rostros y mostrar una cara que no es la nuestra.
Ser la persona más fuerte, la más lista o la más hermosa nos obliga a asumir
roles que no son los propios, a convertirnos en seres que apenas reconocemos. Encajar, en definitiva, nos convierte
en grotescas caretas que nos desfiguran a ojos vista.
¿Eres quién
estabas destinado a ser? Quizás la máscara se ha fundido a tantos niveles con tu
rostro que ya no sabes donde empieza una y acaba el otro. Ya no puedes estar seguro si finges o esta es la vida que realmente
deseas. Es tan difícil separar ambas cosas, tan doloroso, que a veces
dejamos que todo sea la misma cosa. Todos y cada uno de nosotros lo hacemos
porque el cambio duele. Pero una vez lo has decidido es liberador. Estarás
tocado por heridas sangrantes durante un tiempo, pero al fin encontrarás la paz.
Aunque, si lo pensamos bien, no todos conocemos nuestras
caretas. No tiene que ver con la sinceridad o con decir las cosas tal cual
llegan a nuestro cerebro. Se trata de comportarse acorde a como somos de
verdad: sinceros, diplomáticos,
luchadores, que prefieren callar, tímidos, atrevidos, habladores, callados...
No dejes que nadie te define. Hazlo tú mismo. Por ti por
mí, por todo el mundo. Para que las máscaras solo las utilicen los actores. Feliz día del teatro.
© M. J. Pérez
"He wears a mask, and his face grows to fit it" George Orwell
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