| Blog literario de Francisco Martínez Bouzas | 
UN TRIÁNGULO LÍRICO Y EPISTOLAR
Cartas del verano de 1926
Marina Tsvietáieva
Borís Parternak
Rainer Maria Rilke
Editorial Minúscula, Barcelona, 2012, 435 páginas.
   Editorial
 Minúscula recupera para los lectores en español uno de los más 
importantes encuentros epistolares -también líricos- que tuvieron lugar 
en el siglo XX: la correspondencia cruzada entre Marina Tsvietáieva, 
Borís Pasternak y Rainer Maria Rilke. Misivas que podemos leer bajo el 
título Cartas del verano de 1926.
 Epistolario de un verano inolvidable que jamás retornará porque Rilke 
fallecerá a finales de ese año 1926. Marina Tsvietáieva jamás superó la 
desaparición del amigo y ella misma se suicidó en agosto de 1941, 
terriblemente hostigada por la miseria y el estalinismo: marido fusilado
 y sus dos hijas, muerta una de hambre y prisionera la otra en un Gulag.
 La vida fue más compasiva con Borís Pasternak. La persecución del 
régimen no impidió que escribiera El Doctor Zhivago, una de las grandes novelas del pasado siglo, ni que la Academia sueca le concediera el Nobel de Literatura en el año 1958.
   Tanto
 Borís Pasternak como Marina Tsvietáieva experimentaron una verdadera 
adoración por Rainer Maria Rilke, adoración que en Marina se confundía 
con el amor, velado quizás, pero real y muy fuerte. En el encuentro de 
esta admiración con otra similar por la poesía y su fuerza mágica tuvo 
lugar el origen inmediato de esta correspondencia. Pero hay un origen 
remoto en la historia de las relaciones que generaron este epistolario. 
En abril de 1899 Rilke viaja a Rusia, un viaje iniciático, porque veía 
en Rusia el pueblo elegido por Dios. La Rusia patriarcal se situaba en 
el polo opuesto de la civilización occidental, viciada por el 
racionalismo y por la “ausencia de Dios”. Le acompaña la escritora Lou 
Andreas-Salomé y su esposo, el orientalista Friedrich Carl Andres. Allí 
conoce al pintor Leonid Ósipovich Pasternak. El viaje se repite al año 
siguiente y por azar coincide con L. O. Pasternak a cuyo lado estaba su 
hijo, Borís, de nueve años, que retendrá aquel encuentro como un 
acontecimiento memorable. La poeta Marina Tsvietáieva, por su parte, 
penetra en la existencia literaria de Pasternak en 1922. En ella admira  su
 clarividencia lírica y su potencia poética. Ese mismo año se inicia la 
correspondencia epistolar entre ellos y se prolonga más allá de una 
década. El nombre de Rilke aparece repetidamente en este carteo. Pero no
 fue hasta la primavera de 1926, después de recibir de Rilke los Sonetos de Orfeo y las Elegías de Duino
 cuando los sentimientos de Marina Tsvietáieva explotan al ver en la 
poesía de Rilke la encarnación de la más alta espiritualidad. A partir 
de ese momento la comunicación entre los dos jóvenes poetas rusos y el 
gran lírico en lengua alemana es intensa y en ella se percibe en primer 
lugar la soledad espiritual en la que vivían su arte, porque la guerra 
del 14 había roto la estructura espiritual de Europa y la expresión 
poética era considerada como un anacronismo carente de utilidad.
   Los
 tres poetas se interrogan sobre el sentido y los frutos de la poesía 
después del infierno bélico. Es la suya una correspondencia descarnada, 
de elevada categoría artística y de una profunda intensidad humana. A 
tres bandas. Y en ella reflexionan, comentan, envían poemas. Cartas 
contenidas las de Rilke que tiene que gobernar el frenético torrente 
admirativo de Pasternak y la idolatría de un romanticismo amoroso, 
aunque liberado de su envoltura corporal -los “grilletes terrestres”- de
 Tsvietáieva. La muerte de Rilke, el Poeta con mayúsculas, no 
interrumpirá el intercambio epistolar entre ambos, siendo Rilke el 
referente central.
   La
 edición que nos ofrece Minúscula, con un prólogo general 
contextualizador y abundantes anotaciones igualmente contextualizadoras 
de cada una de las cartas, nos permite penetrar de lleno en la 
substancia más profunda de tres mundos poéticos de suma relevancia en la
 lírica europea de la primera mitad del siglo XX. Nos sumergimos en su 
fuerza testimonial y en su calidad literaria transcurrido el plazo que 
Marina Tsvietáieva había fijado para que estas cartas vieran la luz 
pública, “cuando los cuerpos hayan quedado reducidos a polvo y la tinta 
haya palidecido”
Francisco Martínez Bouzas
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| Marina Tsvietáieva, Rainer Maria Rilke y Borís Pasternak | 
Fragmentos
De M. I. Tsvietáieva a R. M. Rilke
“Rainer Maria Rilke:
¿Puedo
 llamarlo así? Usted, poesía encarnada, por supuesto debe saber que su 
nombre por sí solo es un poema. Rainer Maria, resonancia eclesiástica 
-infantil- caballeresca. Su nombre rima con el tiempo -viene del pasado o
 del futuro- de siempre. Su nombre lo quiso  y usted eligió el nombre. (…)
Usted
 no es mi poeta más querido («más»- grado. Usted es un fenómeno de la 
naturaleza que no puede ser mío, que una no ama sino arrostra, o (¡no es
 todo aún!) el quinto elemento encarnado: la poesía misma, o (no es todo
 aún) aquello de donde nace la poesía y que es más grande que ella (que 
usted).”
…..
De M. I. Tsvietáieva a R. M. Rilke
(…)
 Mi amor por ti se desintegró en días y cartas, en horas y líneas. De 
ahí el desasosiego. (¡Por eso me has pedido sosiego!) Una carta hoy, una
 carta mañana. Tú vives, y yo quiero verte. Un trasplante del siempre al
 ahora. De ahí el tormento, la cuenta de los días, la depreciación de 
cada hora, la hora solo como un escalón -hacia la carta. Ser en el otro o
 tener al otro (o querer tener; en general -querer ¡lo mismo). Al darme 
cuenta, guardé silencio.”
…..
De R. M. Rilke a M. I. Tsvietáieva
“Y
 así mi pequeña palabra, que tú levantaste frente a ti, ha provocado 
esta enorme sombra en la que incompresiblemente te ausentaste de mí, 
Marina. Algo incomprensible y ahora comprendido. Que yo la escribiese, 
mi frase, no se debía, como explicaste a Borís, a una…sobrecarga, no, 
Marina, estaba libre y ligero, pero (tu misma lo reconoces) (…)
¿Todo
 ha de ser como tú lo imaginas? Probablemente. Eso que estás anticipando
 entre nosotros: hay que llorarlo o acallarlo con el júbilo? Hoy te 
escribí todo un poema entre los viñedos, sentado sobre un cálido muro 
(que por desgracia no siempre calienta ahora) y retenido a las 
lagartijas con la eufonía del poema. Ya ves que he vuelto. Pero en mi 
vieja torre aún tienen que trabajar los albañiles y otros operarios.”
(Marina Tsvietáieva, Borís Pasternak, Rainer Maria Rilke, Cartas del verano de 1926, páginas 136, 219, 220-221)

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