Museo del Prado (Madrid) |
Robert Campin jugó un
papel importante junto a los hermanos Van Eyck entre los primitivos maestros
flamencos. Fue de los primeros que experimentó con una perspectiva empírica que
se deducía por pura observación. Gracias a la técnica al óleo fue posible
alcanzar nuevos brillos y transparencias y poder plasmar los detalles con mayor
meticulosidad, debido al tiempo que tardaba en secarse.
Santa Bárbara, mártir
del siglo III, aparece en una estancia cálida y hogareña, sentada en un banco de
madera con mullidos cojines, leyendo de espaldas a una chimenea encendida. El
artista capta magistralmente la naturaleza de la luz: el resplandor del fuego
produce sombras vibrantes que contrastan con las estáticas de la luz diurna,
creando diferentes zonas de penumbra.
Por la ventana se
puede ver una torre, atributo habitual de la santa, con tres ventanas lo que
simboliza el refugio de la fe en la Santísima Trinidad. En ella fue encerrada
por su padre para evitar que se convirtiera al cristianismo. Un hombre a
caballo atraviesa la escena por un camino arbolado.
El interior presenta
un piso embaldosado y un techo de madera con vigas sostenidas por ménsulas. El
colorido llama la atención por la armonía destacando el rojo de los cojines y
el verde del vestido
Fue decapitada por su
padre en lo alto de una montaña y en ese instante cayó un rayo, de ahí la
costumbre de encomendarse a ella cuando hay tormenta.
Poco se sabe de la
vida de Robert Campin. En 1404 aparece como maestro pintor en la ciudad de
Tournai, actual Bélgica. Se le identificó como el Maestro de Flemalle, Roger
van der Weyden fue alumno suyo.
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