martes, 28 de diciembre de 2021

Blanca del Cerro: La cueva

 


Cuento de Navidad

 

        Nuestra barca se aproximaba despacio a la cueva mientras otras embarcaciones se deslizaban lentas por el mismo mar de silencio. Nadie decía una palabra. Sabíamos que si nos descubrían estaríamos condenados a muerte, pero llevábamos varios años haciéndolo y el riesgo parecía reducirse a medida que pasaba el tiempo. No era cierto, pero mejor creerlo así para ahogar el miedo.

        Recuerdo bien que llegaron un día gris de otoño, se introdujeron sin notarlo en nuestros pueblos, y nos redujeron a escombros. Llegaron e impusieron sus órdenes, sus deseos, sus mandatos y quisieron imponernos hasta su forma de pensar. Arrasaron con todo lo que se interponía en su camino, como un martillo aplastando nuestros sentimientos, como una hoz segando cualquier raíz de cordura. No hubo nada que hacer porque quien podía levantar la mano, bajó la cabeza. Y se quedaron entre nosotros a modo de amos. Prohibieron las iglesias, prohibieron nuestra religión, prohibieron cualquier símbolo de alegría y prohibieron la Navidad. Hasta que descubrimos aquella cueva entre peligrosos acantilados donde nadie se acercaba. Y menos de noche. Por eso la elegimos.

        Y allí nos dirigíamos todos los años, mis padres, mi hermana Lorena, mi hermano Santi y yo, que entonces tenía quince años. Pensaba si llegarían a hacerme algo por llamarme Miguel, que es el nombre de un ángel, pero supuse que no porque en realidad ni siquiera sabrían lo que es un ángel.

Y en aquella cueva semi escondida, en un silencio sobrecogedor acompañado por el ruido de las olas, celebrábamos todos los años una especie de simulacro de Navidad entre velas, sonrisas y oraciones. Y respirábamos paz. No podíamos hacer nada más, pero nos sentíamos bien porque, por mucho que se empeñasen, por mucho que luchasen contra nuestros maltrechos cuerpos y nuestras almas humilladas, por mucho que batallasen contra los elementos, tanto ellos como nosotros sabíamos que jamás podrían despojarnos de nuestros sueños.

 

©Blanca del Cerro

#cuentosparapensarBlancadelcerro

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