martes, 31 de enero de 2023

Mio Cid

 

 

«Por necesidad batallo,

y una vez puesto en la silla,

se va ensanchando Castilla

al paso de mi caballo.»

 

Don Rodrigo Díaz de Vivar es el más famoso de los guerreros que asombró al mundo con la fama de sus proezas.

Nació en Vivar, hacia el año 1043 en un pueblecito a diez kilómetros de Burgos, con pocas casas, diseminadas, que no formaban calles ni plazas. Solo algunos chopos en los caminos y a las orillas del río Ubierna daban una nota de alegría a este lugar. Casóse Rodrigo con doña Jimena y tuvieron tres hijos: Cristina, Diego, María.

Tuvo que abandonar Vivar ante el mandato de su rey a causa de la famosa Jura de Santa Gadea, ese juramento que obligó hacer al rey Alfonso VI, de si había tenido arte o parte en la muerte de su hermano Sancho. Jurar, lo que se dice jurar, juró el rey, pero el Cid tuvo un plazo de nueve días para que saliera de Castilla.  

Tan triste despedida la recuerda el poema:

De los sus ojos - tan fuertemente llorando

volvía la cabeza – y estábalos mirando.

Vio puertas abiertas - y postigos sin candados

y perchas vacías - sin pieles y sin mantos.

 

A su paso por Burgos, las gentes se agolpan en las ventanas. De sus gargantas salía el mismo lamento:

 

¡Dios! ¡Qué buen vasallo,

si tuviese buen señor!

 

Este histórico poema se conserva en la Biblioteca Nacional. Fue escrito por autor anónimo hacia 1105, refundado por otro hacia 1140 y copiado en 1304 por Per Abat. Es la primera fuente bibliográfica sobre la vida del Cid.

Los juglares aprendían las estrofas de este romance y las cantaban en las plazas. He aquí algunas de ellas:

 

Salió a misa de parida

a San Isidro de León

la noble Jimena Gómez,

mujer del campeador.

 

Tan hermosa va Jimena,

que suspenso quedó el sol

en medio de su carrera,

por podella ver mejor.

 

A la entrada de la iglesia

al rey Fernando encontró,

que para metella dentro

de la mano la tomó.

 

Dícele: noble Jimena,

pues el Cid Campeador

vueso dichoso marido

de mis vasallos el mejor.

 

Que por estar en las lides

hoy de la iglesia faltó,

a falta de brazo suyo

yo vuestro bracero soy.

 

La vida matrimonial de doña Jimena fue muy triste, constantemente sola porque su marido se pasaba la vida entre batallas. Ella misma lo escribe en una carta al rey Fernando, «que no era lo mismo compartir el lecho con la mocedad del Cid, que compartirlo con la vejez de la suegra».

 

El famoso caballo del Cid, «Babieca», según la tradición está enterrado a las puertas del Monasterio de Cardeña bajo dos grandes olmos. Murió dos años después que su amo. Su espada «Tizona», envuelta en leyenda, está en el Museo de Burgos.

Rodrigo Díaz de Vivar «El Cid» murió en Valencia un 10 de julio de 1099. Fue enterrado en la Catedral de Valencia; más tarde en el Monasterio de San Pedro de Cardeña; durante la ocupación francesa sus restos fueron profanados, y se cree que estuvieron en el Mausoleo del Paseo del Espolón; también en el Castillo Hohenzollern. Regresan de nuevo al Monasterio de Cardeña, luego se trasladan a la capilla de la Casa Consistorial de Burgos, para terminar en el crucero de la catedral burgalesa.

Bajo una majestuosa bóveda descansan los restos del Cid y Jimena.

La tumba es sencilla: una simple lápida de mármol.

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