jueves, 1 de mayo de 2025

Amantes de mis cuentos: Cuatro estaciones


 


Es uno de esos días de invierno en que la Villa de Madrid está especialmente bella... Como cada vez que es el cumpleaños del abuelo, ya tiene noventa y ocho, y repite: «Esta será la última fiesta familiar a la que podré asistir». Nunca sé qué contestar, bien pudiera ser verdad. La abuela lo manda a callar y pregunta: ¿Dónde están tus gafas? Siempre están perdidas.


Es uno de esos días de primavera en que la Villa de Madrid está especialmente bella... La familia al completo va de paseo para disfrutar de la floración, el despertar de los animales, el regreso de las aves migratorias. Es la renovación de la vida. En esos días la música calma los ánimos. Me encanta Vivaldi y aunque mi marido prefiera a Tristán e Isolda, no lo puedo evitar, Wagner me espanta. A mis suegros les gusta Mozart y Strauss. Los niños se pelean por el Reguetón. 


Es uno de esos días de verano en que la Villa de Madrid está especialmente bella… Sin tanto tráfico, con mucho calor, los días más largos y las noches más cortas. Solo echo en falta el mar y unas gafas de sol. Para darme ánimo, mi marido me da un beso. Yo me siento violenta si lo hace delante de los niños. El pequeño corre a abrazarnos, quiere también un beso, pero la niña que está en plena adolescencia mira hacia otro lado como avergonzada de esa ridiculez a nuestra edad.


Es uno de esos días de otoño en que la Villa de Madrid está especialmente bella... Las hojas de color verde cambian a tonos amarillos, rojos, ocres. Luego se secan y caen ayudadas por el viento. Hoy regreso pronto del trabajo. Cuando llega mi marido con los niños del colegio nos vamos al oftalmólogo. De allí a la óptica. Al llegar a casa nos hacemos una foto. Ya está. Todos con gafas, menos yo, que uso lentillas.



© Marieta Alonso Más

 

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