Foto: José Mesa |
Desde
mi posición, contemplaba el paseo marítimo vacío. Solo algún pájaro paseaba
tranquilo. En la arena huellas originadas por las patas de las gaviotas,
incluso se podía apreciar claramente el borde de la membrana que unía sus
dedos. ¡Qué raro, ninguna humana! Las nubes cubrían el cielo. El sol quería
mostrar su cálido esplendor, sin llegar a conseguirlo. En su intento, en el
horizonte, esa cálida luz se reflejaba en el agua.
El sonido del mar, el paseo constante
de las olas, el olor. Todo ello me hizo recordar a los cuatro elementos de la
antigüedad griega, allí estaban todos: Tierra, fuego, agua, aire.
Y recordé los versos de Calderón:
Pues el cuerpo es la tierra,
el fuego, el alma que en el pecho encierra,
la espuma el mar, y el aire es el suspiro,
en cuya confusión un caos admiro;
pues en el alma, espuma, cuerpo, aliento,
monstruo es de fuego, tierra, mar y viento
Y en esta soledad, en un día gris de verano, deseé
tener la capacidad de observación de los antiguos filósofos, y la sensibilidad
de Calderón para, expresar los sentimientos.
© Marisa Caballero
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