Allá
por el año 1806, el inglés R. Wedgwood inventó el papel carbón, el hallazgo fue
acogido con entusiasmo porque un simple folio muy fino impregnado en tinta,
dejado a secar, permitía escribir doble, y muchos pensaron que se había cumplido
un sueño. Y era cierto, aunque aquel primer papel carbón dejaba manchas,
ensuciaba las manos, exigía cuidados extremos y gran concentración por parte
del escribiente.
A
este invento siguieron muchos otros. Todos eran ideas, pero faltaba plasmarla. No
fue fácil el camino que tuvo que recorrer la fotocopiadora.
Hasta
que un día, Chester Carlson, un abogado de patentes norteamericano, al
que su trabajo le obligaba a realizar un gran número de copias de documentos
importantes, aguzó el ingenio. Padecía de artritis. Y un 22
de octubre de 1938 en Nueva York, en un pequeño apartamento del edificio
Astoria, se obtuvo la primera fotocopia de la Historia era la de un texto
que decía:
«10-22-38 Astoria»
Entre 1939 y 1944 el invento
de Carlson fue rechazado por una veintena de empresas,
entre ellas IBM y General Electric. No tuvieron la visión necesaria para
apreciar lo que aquel artefacto daría de sí.
En
1944, Battlle Memorial Institute, una organización sin ánimo de lucro de Columbus,
Ohio, contrató a Carlson para perfeccionar su invento. En 1947 la empresa
familiar Haloid Company, de Rochester, en el estado de Nueva York, compró
la patente y fundó la Xerox Corporation, y en 1959 comenzó a vender la
primera fotocopiadora:
«X- 914»
Fue
una de las aventuras comerciales de mayor éxito de la Historia.
El
invento de Carlson estribaba en colocar el folio a reproducir sobre un vidrio donde
actuaba una placa cargada eléctricamente, de forma que las zonas claras del
papel destruían la carga positiva dejándola únicamente en los lugares donde
había escritura.
De
este modo la placa se rocía con un polvo de carga negativa que queda adherido a
la carga positiva; el polvo se transfiere a la hoja en blanco, donde queda
fijado por calor el texto del escrito.
Y esta
magia tan enrevesada para algunos y tan sencilla para otros, funcionaba.
Así, el
mundo comenzó a hablar de xerografía, utilizando el adjetivo xeros y el verbo
grafein, que significa «escritura en seco» en griego.
En la
década de los sesenta se universalizó su uso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario