Santa Cueva de Covadonga |
Lugar de culto, en que se venera una popular imagen de la
Virgen María, la Santina, situado en el monte Auseva.
Cueva de Covadonga |
En el año 711, un ejército musulmán cruzó el estrecho de
Gibraltar para mediar en las disputas sucesorias del reino visigodo asentado en
la Península Ibérica. La intervención no
tardó en transformarse en conquista, y en pocos años los jefes árabes se
apoderaron prácticamente de la totalidad de la Península.
Sólo las zonas montañosas del norte permanecieron al margen
de la invasión, y en ellas se formaron núcleos de resistencia que fueron el
embrión de los diferentes reinos
cristianos peninsulares de la Edad Media. El más occidental de estos reinos, y el que mayor éxito alcanzaría a la larga,
estaba situado en la parte más abrupta de la cordillera Cantábrica, al pie del
macizo de los Picos de Europa. Sus reyes
procedían de la nobleza visigoda, refugiada en el norte tras la invasión árabe,
mientras la población estaba formada mayoritariamente por los primitivos
astures, que ni romanos ni godos habían podido someter.
La Virgen de Covadonga |
No lejos de Cangas de Onís se localiza la cueva de Covadonga,
lugar de antiguos cultos paganos en el que la tradición sitúa el primer
enfrentamiento entre cristianos y musulmanes que se saldó con la victoria de
aquellos, aunque los historiadores tienden a minimizar la importancia de la
batalla, que tuvo lugar en el año 718, según unos autores, o en el 722, según
otros. Fue, y en estos coinciden las crónicas cristianas y las musulmanas, un
enfrentamiento entre Pelayo, noble visigodo refugiado en Asturias tras la
conquista musulmana y una de las muchas expediciones que los conquistadores
enviaban periódicamente para intentar
someter a los rebeldes y recaudar los tributos.
Tumba de don Pelayo |
La valoración de los hechos difiere. Para
los musulmanes, Covadonga fue sólo una escaramuza en que los árabes, poco
interesados en un territorio pobre y de difícil acceso, optaron finalmente por
no malgastar sus fuerzas con un puñado de montañeses. La versión cristiana más
antigua que conservamos es la crónica de Alfonso III, de finales del siglo
IX. En ella los musulmanes son ya un
enorme ejército, y frente a ellos Pelayo aparece como un personaje mesiánico,
consciente de su deber de recuperar España para una monarquía cristiana,
legitima continuadora del reino visigodo, idea que estaba muy lejos de animar
los orígenes de la resistencia asturiana, pero que prevalecía en la época en
que se escribió la crónica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario