En el Moulin Rouge: dos mujeres bailando Henri de Toulousse-Lautrec |
En
las fiestas patronales de nuestro pueblo el baile es en el Casino. Me gusta
sentarme en el alfeizar de la ventana para fisgonear todo lo que sucede. Las
chicas se pasan la noche bailando con la amiga, la madre, la prima, la tía. Y
si alguno que viste pantalones se le ocurre estirar su chaqueta, peinarse el
tupé y salir a la pista, todas corren a sentarse. Como no hay sillas
suficientes alguna se queda de pie toda nerviosa masajeándose las manos. Sabe
que no le van a pedir un baile ni de broma. Es requisito indispensable estar
sentada y es que la escasez de hombres que hay en el mundo raya en el peligro,
según palabras de mi hermana.
No
me explico ése querer bailar con los hombres cuando las mujeres llevan mucho
mejor el compás. Hay algunos para los que el movimiento requiere bisagras.
Una
prima mía se casó con el primero que la sacó a bailar para no pasar por el
trauma de quedarse sentada. No le va mal. Otra ideó invitar a bailar a la madre
del chico que le gustaba y de tantas vueltas, medio que la mareó, y muy atenta la
joven, recomendó a la señora que pidiera auxilio a su hijo para que la
reemplazara. El otro, un desconsiderado, con su pobre madre, se fue de la
fiesta.
No
sé qué va a ser de mí cuando me toque entrar en esa etapa a la que mi madre
llama “edad de merecer”, porque lo que me gusta es deambular por las calles,
oyendo lo que dicen los hombres cuando juegan a las cartas y hablan de política.
No hay lógica en ellos. El concepto que tienen de las mujeres hablando con sus
amigos no es el mismo que oigo cuando hablan con ellas.
Mi
hermana a pesar de estar de acuerdo en que no hay quien entienda a los hombres,
se va al baile a buscar novio. Gastaría menos energía quedándose en casa viendo
pasar al vecino que la ronda. Si total es el único que se atreve a sacarla a
bailar. A ella no le gusta mucho, pero dice que acepta sus atenciones porque a
saber lo que el futuro le puede deparar. Cualquier cosa es válida antes de
quedarse para vestir santos, como la tía Genara, que por mucho que bailó…
©
Marieta Alonso Más
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