Viernes por la tarde. Llego de viaje tras una quincena
de trabajo, cansada, física y mentalmente, además de hambrienta. Una nota de mi
pareja habla de haberse ido de fin de semana, a compartir con sus amigos de
siempre. Sé que debo tomar una decisión difícil, mi hombre es guapo, simpático,
amistoso, apasionado pero zángano; aspira a que yo y mi familia le mantengamos.
No colabora en casa, eso es cosa de mujeres. Mis padres nos ayudan a pagar la
hipoteca de la casa, con mi sueldo no llego a todo.
Antes de sentarme a descansar, comeré algo. Me hace
cosquillas el estómago. No, primero me pondré cómoda, el pijama y las
zapatillas me hacen sentir mejor. Me apetece una manzana. No sé si hay fruta. Voy
hacia el cuarto de estar. ¡Qué ven mis ojos! Una manzana verde doncella. ¡Qué suerte!
¡Oh, Dios mío! La manzana verde doncella está roída. No lo puedo creer. Está mordisqueada por ratoncitos. No sabía que
tenía a esos inquilinos en casa, no necesitamos mascotas. La prueba de que
existen está aquí, frente a mis ojos y además acabo de sentir a unos guayabitos
corriendo a esconderse, han pasado sobre mis pies descalzos.
Una manzana verde doncella roída por ratoncitos en el frutero.
En ese frutero regalo de la abuela colocado en lugar visible para que ella lo
vea cuando viene a visitarnos. Y si se presenta ahora ¡qué vería!: pues una
manzana verde doncella roída por ratoncitos en el frutero que está sobre la mesa camilla redonda.
Levanto la falda de la mesa camilla redonda. Hay millones de coprolitos
esparcidos por el suelo, síntoma inequívoco del tiempo que hace que no se barre.
¡Qué cansada estoy! Necesito pensar, necesito saber qué
he de hacer con mi vida y en vez de estar sentada meditando sobre mi incierto futuro,
estoy ante una manzana verde doncella roída por ratoncitos, dentro del frutero regalo de
la abuela, que está sobre la mesa camilla redonda del cuarto de estar.
© Marieta Alonso Más
Foto: Wikipedia, la enciclopedia libre
Solo le falta morder la manzana.
ResponderEliminarA lo mejor se la ha comido al final.
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