No sé si volveré,
tierra querida
a mirar tus paredes
encaladas.
No sé si volveré por
tus veredas
o volveré cruzando
tus llanadas.
No sé sí volveré con
alegría
o estrujando el
pañuelo de mis lágrimas,
volveré con la
frente muy serena
o tal vez con la
mente atribulada.
Volveré con el
cuerpo ya marchito,
o en la gran opulencia
de la savia,
si mis pies pisarán
por tus caminos,
o tus aires cruzaré
con blancas alas.
Yo te pido si no
vuelvo, que me busques,
que me llames en las
noches solitarias,
que me arranques si
me cogen las sirenas
de los fondos de los
mares y sus aguas.
Grítame por los
bosques intrincados,
por las selvas donde
el aire tanto brama,
por los prados donde
corre el arroyuelo
por los montes donde
cantan las cigarras.
Búscame en las
espigas del camino
o como a un
pajarillo, entre las ramas,
búscame en las
arenas del desierto,
o en el centro
solitario de la nada.
Echa al aire el
rodar de tus molinos,
haz sonar al Quijote
con su lanza,
mándame al buen
Sancho con tu aviso
y yo iré a comer en
tus posadas.
Si al pisar los
zarzales de la vida,
ves mis pies que de
heridas se desangran,
lávalos con el vino
de tu bota
y húndelos en el
polvo de tu paja.
Si adivinas que mis
ojos han perdido
ese brillo que en
tus brazos vislumbrabas,
úngelos con el agua
de tus ríos,
de ese río que se pierde, el Guadiana.
Cógeme, si tú ves
que se ha quemado
de mi cuerpo la
juventud lozana
llévame al frescor
de tus lagunas,
Redondilla, la del
Rey o la Batana.
Déjame respirando en
esa orilla,
donde crecen los
romeros y las dalias,
y soñando, al perfume de su brisa
volveré a ser feliz,
mi tierra amada.
© Mariana Romero-Nieva
No hay comentarios:
Publicar un comentario