viernes, 21 de abril de 2017

María del Carmen Aranda: Una turbulencia de emociones


Frank Dicksee (1853-1928)
La escena del balcón de Romeo y Julieta





«Renunciar a mi pasión es 
como desgarrar con mis uñas 
una parte viva de mi corazón». 
GABRIELE D’ ANNUNZIO 
(1863-1938) Novelista italiano



Fue en un instante.

Su mirada se cruzó con la mía y mi corazón súbitamente comenzó a latir con más fuerza. No comprendía lo que sucedía. Algo en mí estaba cambiando; podía percibir el calor de mi cuerpo emanar, aflorar, expandirse a mí alrededor combinándolo con una inmensa luz que desde mi interior emergía.

Una atracción intensa como un imán me impulsaba hacia él, quería percibir su olor, sentirle en mi piel.

Sin quererlo, suavemente como un atisbo, sus labios rozaron los míos. Mi mente se vio confundida, perdida ante la turbulencia de nuevas sensaciones. Mi garganta me impedía hablar, mis piernas andar y allí, frente a él, permanecí casi petrificada ante su mirada durante unos segundos; para mí, como si hubiese sido toda una vida.

¡Qué sensación tan inesperada y maravillosa! Sin quererlo, mis ojos se iluminaron al pronunciar su nombre y una franca y limpia sonrisa se desplegó en mi cara. No podía creerlo, por fin había encontrado ese amor que me daría fuerzas para volar formando círculos en el cielo, sin apegos y sin miedos.

Muchas veces nos aferramos a una relación como si fuera lo único que existe; nos negamos a ver lo que realmente pasa, omitiendo espinosos desprecios y necias palabras.

¿Y por qué lo permitimos? ¿Por qué lo consentimos?

¿Por qué vivimos bajo la sombra de quien no es capaz de valorarnos, ni respetarnos, ni querernos, ni amarnos?

Dejemos que el corazón sea libre para amar a quien realmente merezca la pena, a quien solo con su mirada nos haga palpitar, estremecer, a quien nos respete y nos ame sin egoísmos, ni vagas palabras.

Dejemos que nuestro cuerpo y mente se sumerja en esa turbulencia de emociones sin renunciar a la pasión de ese amor que nos espera.

El carácter chino para el amor consiste en un corazón (en medio)
dentro de  aceptar, sentir o percibir, que muestra una emoción llena de gracia.






© María del Carmen Aranda

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