En el viejo Madrid los
artesanos solían establecerse juntos en calles sin rotulación, pero que acabaron
tomando el nombre de los gremios en ellas establecidos y que aún conservan. Así:
Bordadores, Esparteros, Latoneros…
A la historia de estos
comercios madrileños no se les ha dado la importancia que merecen y son muchos
los documentos del siglo XVIII que se han perdido sobre los comerciantes particulares,
hasta que en 1846 aparecieron los datos catastrales, apenas se sabe nada de la
historia de nuestro floreciente comercio.
Afortunadamente, aún quedan
establecimientos antiguos, ya hemos comentado alguno, y hoy lo hacemos sobre el
importante gremio de Candeleros y Cereros.
¿Sabían ustedes que en 1788
el rey Carlos III mandó construir la Real Fábrica de la Cera para fabricar las
miles de velas que se utilizaban en los Reales Sitios? Solamente para el
Palacio Real de Madrid, está documentado, el uso diario de más de treinta mil
velas, y aún en la calle de la Palma, nº
10, podemos contemplar la hermosa fachada de esta fábrica que funcionó hasta el
siglo XIX.
En Madrid era costumbre que
se abrieran cererías cerca da las iglesias y, casi siempre, con su nombre, así
sucedió con la Cerería de Santa Cruz, la más antigua de Madrid y la tercera del
mundo, la preceden Raihnbourn Candles, de Dublín (1488), y Cire Trudon, de
Paris (1643).
La nuestra está fechada en
1886, pero posteriores indagaciones han demostrado que fue en el siglo XVII, cuando
se estableció en la calle de Atocha, nº 5, frente a la iglesia de Santa Cruz.
Un establecimiento familiar
y tradicional, donde hasta hace poco se hacía en la misma tienda la artesanal
fabricación, tan interesante que me
atrevo a contarla: «La cera, un 60% de abeja,
estaba depositada en la “paila”, una vasija redonda, poco profunda, de donde se
saca para introducirla en el “noque”, especie de artesa, que se pone al baño
María hasta hacerla líquida, el pábilo o mecha, en terrajas, se introducen en
el “noque”, y después, se cuelga en el “arillo”, un aro metálico con ganchos,
endurecida, se sigue metiendo una y otra vez para “engordarlas” hasta lograr el
tamaño deseado. Laborioso, ¿verdad?
Otra cerería artesanal y
antigua, 1893, es la Cerería Ortega, calle Toledo, 43; cercana a la Colegiata
de San Isidro, auténtico museo de tradicionales instrumentos aún en uso, cuarta
generación de fabricantes, que no sólo fabrican velas sino también exvotos, hoy
casi desaparecidos pero antaño muy utilizados como muestra de fervor
agradecido.
Y muy conocida y popular
hoy día, pegada al Oratorio del Niño del Remedio, la cerería del mismo nombre,
1887, que no fabrican las velas, pero si las ornamentan con gran variación.
Y son muchos los feligreses
que los días 13 de cada mes, llenan la tienda comprando velas para ofrendarlas
al Santo Niño.
Hermosa y fervorosa
tradición.
© Isabel Martínez Cemillán
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