Era el animal más astuto
del bosque, pero quería ser más. Por eso pidió a Dios un talismán que le
ayudara a alcanzar la sabiduría.
Dios le respondió que para
ello necesitaría las lágrimas de un león, la leche de una búfala, el cuerno de
un ciervo y la presencia viva de una serpiente pitón.
La ardilla, ni corta ni
perezosa, se dirigió a lo más profundo del bosque, y allí contó al león que un
cazador se había llevado a sus cachorros; el león lloró y la ardilla le consoló
enjugándole las lágrimas con su pañuelo. Luego, hizo negocios con la búfala
intercambiando leche por avellanas que había recogido en el camino. Después,
esperó pacientemente a que se le cayeran los cuernos a un ciervo. Y,
finalmente, con la excusa de demostrar cuán grande era una pitón, la hizo
tumbarse junto a un palo, la ató y se la llevó a Dios.
Cuando Dios vio a la
ardilla, le dijo: «Ya tienes el talismán. Lo llevas dentro: es tu inteligencia.
Con ella has podido realizar tus posibilidades y conseguir todo lo que te he
pedido. Ella te ayudará a alcanzar sabiduría. Antes no lo sabías, ahora sí.
Vuelve, pues, al bosque y dale un buen uso».
Fuente: Calendario del
Sagrado Corazón de Jesús
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