Su cultivo comenzó en el
sudeste asiático, entre la India y Malasia, y se cree que en el siglo V pasó al
continente africano procedente de Madagascar, eso me lo cuenta mi amiga Adria
que es forofa de esta fruta.
Pronto llegó a las costas
del Mediterráneo. A Canarias llegó desde Guinea Ecuatorial llevado por los
portugueses, y fue en el siglo XIX cuando las bananeras comenzaron a
extenderse. Se considera que una vez que el cultivo se asentó en las islas
canarias, llegó al Nuevo Mundo de la mano de los españoles.
Ser gente de plátano
equivalía entonces a ser gente rica. Yo soy mujer de plátanos pero no llego al
status de riqueza requerido, porque los ingiero, no los siembro, me dice al poner sobre la mesa del salón de su
casa unas copas. ¿Qué será? Sé que a ella los plátanos le gusta comerlos al
natural cuando están duritos, pero como es incapaz de tirar comida siempre hace
postres con los que maduran más de la cuenta. Lo aprovecha todo.
La temperatura ideal para
este cultivo es de unos veinticinco grados centígrados y su altitud debe ser
inferior a los trescientos metros. Requiere mucha agua, luz, suelos porosos y
con buen drenaje. Puede transcurrir cerca de un año entre la siembra de la
planta madre y el brote del primer racimo. Termina su perorata dándome la
receta:
Plátano y queso
Ingredientes:
1
tarrina de queso Philadelphia
1
plátano maduro
1
limón
1
chorrito de miel
Pasas,
almendras, orejones de melocotón o albaricoque…
Preparación
Pelar el plátano y cortar
en rodajas. Rociarlo con el zumo de limón. Triturar. Batir el queso con el
chorrito de miel. Poner el plátano triturado como base de una copa. Encima el
queso batido. Decorar con pasas, almendras, orejones… Lo que más nos guste.
Ya me diréis si está rico.
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