El eco se produce en diferentes superficies |
«El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente, el miedo
ahuyenta al amor. Y no solo al amor el miedo expulsa; también
a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y
verdad, y solo queda la desesperación muda; y al final, el miedo
llega a expulsar del hombre la humanidad misma».
ALDOUS
HUXLEY (1894-1963)
Escritor
británico
Dentro de
mis ojos existe un gran mar cuyas profundidades albergan muchos sentimientos
que no os puedo explicar y son sus profundidades las que permanecen algunas veces
repletas de una inmensa y admirable belleza y otras, son las corrientes
extremas que enturbian su calidez y endiabladas me quieren apresar.
Un gran
mar cuyas tímidas olas al igual que mis lágrimas vienen y van al ritmo provocado
por la acción del viento, días en los que esa energía incontrolable se
convierte en una corriente superficial y otros simplemente se disipan en el avatar
de los tiempos.
Dentro de
mí hay una gran playa cuya arena absorbe el agua que la cresta de la ola dirige
con aparente rebeldía a un destino con irremediable final.
Aquel día,
abatida por el silencio de la noche, me tumbé sobre la cálida arena envuelta de
múltiples pensamientos. El ronco fragor del agua me llamaba con insinuante voz
golpeándome persistente e incansable mi sien, mi cabeza, mi ser.
Cubierta
por una gran manta blanca de serenidad y protegida por los recuerdos de
sonrisas inocentes, recogía como un embutido eco, los entremezclados mensajes de
injusticias y ahogadas llamadas de inútiles esperanzas, intentando emerger con
fuerza de los ocultos recovecos.
Podría
haber extendido mi mano, alcanzar una estrella y lanzarla al otro lado, pero
estaban tan ocupados mirando a sus cortos pies, con su nuca baja y resignados que…había
que esperar.
Así,
derrumbada por el cansancio, dejé a mi mar tras mis ojos descansar plácido y
sereno, ondeando sus olas a su libre compás, dejándose llevar por sus propios
movimientos.
Quizás
mañana, como un día y noche cualquiera, alguna de esas pacientes estrellas acompañe
a la bella Luna de todos los tiempos, y la Luna a la mar y la mar al viento, pudiéndose
este llevar para siempre esos tristes e incesantes lamentos que en las
silenciosas noches no dejan en mi mente de retumbar, como un embutido eco.
© María
del Carmen Aranda
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