jueves, 7 de junio de 2018
LA HUELLA DE LOS ADIOSES de Marieta Alonso Más.
Yo soy Liborio el guajiro
Símbolo de Cuba bella,
De mi bandera la estrella
Y de mi patria el respiro.
Yo solo a una cosa aspiro
En mi patria soberana:
Verla en aquella mañana
Cuando ya libres seamos,
Cantar: no tenemos amo
Al son del triple y del güiro...
Símbolo de Cuba bella,
De mi bandera la estrella
Y de mi patria el respiro.
Yo solo a una cosa aspiro
En mi patria soberana:
Verla en aquella mañana
Cuando ya libres seamos,
Cantar: no tenemos amo
Al son del triple y del güiro...
(El sueño de Liborio, fragmento. R. Galloso)
El día que "el Señorito" vino en persona a
casa de mi abuela para invitarme a una fiesta que daba su hija, todo el
mundo iba como pollo sin cabeza corriendo de un lado para otro. Mi
abuela me dio un baño con estropajo para quitarme el olor a oveja que
según ella siempre traía de casa de mi otra abuela -la cual se enfadó
bastante al enterarse que me llevaban de "mono de feria" a la fiesta- y
mi madre me puso el vestido rosa de los domingos y las sandalias nuevas,
las que tanto me gustaban y nunca me dejaban ponerme por si las rompía;
mi tía me hizo una cola de caballo tan estirada que notaba como los
ojos se me achinaban por momentos. Mi abuelo movía la cabeza y decía sin
parar ¡Ya veréis como la lía, ya lo veréis! y mi otro abuelo repetía
¡Cómo se nota que no está mi hijo, llevar a la niña a esa casa, no hay
que mezclarse con señoritos! y yo pensaba ¡Qué familia! Cuando llegué a
la Casona vi a varias de mis mejores amigas sentadas en el patio, junto
a unos rosales, todas emperifolladas y con cara de no haber roto un
plato en su vida, y la "Americana", la mujer del "Señorito" que en
realidad era irlandesa, nos recibía a cada una de nosotras con un beso y
un vaso de naranjada. La verdad es que lo pasamos muy bien, Rebeca
resultó ser muy simpática y divertida, y su madre nos dio permiso para
disfrazarnos con ropa de un baúl, nos lo pasamos de maravilla...hasta
que nos preguntaron por nuestras familias y empecé a sentirme
avergonzada por comparación: tenía una tía abuela loca que recibía a las
visitas con una escopeta, un tío que bailaba con tutú en el comedor de
su casa cuando nadie lo veía, un primo que intentó volar como Supermán y
otro que un día se desnudó y salió corriendo por la calle gritando que
los marcianos lo vigilaban...¡Qué familia!. Así que me inventé una
familia más acorde con el momento en el que estábamos. A la fuerza
ahorcan.
Tras la fiesta volvía a casa y al pasar por
la puerta de una vieja cotilla oí como esta le decía al cura: los
nietos de la "pastora" son todos unos salvajes, pero no me extraña, con
esa abuela y esos padres que tienen, demasiado bien han salido aún las
criaturas, vaya una gente incivilizada.
Así que hice lo único que había que hacer
para defender el honor de mi gente: arrearle una pedrada a la vieja
cotilla, lo que pasa es que le dí al cura al errar el tiro y con
aquella pedrada se acabaron las fiestas para mi en la Casona, los
"señoritos" dijeron a mi abuela que "no me lo pasé bien y que preferiría
jugar con mis primos, y ellos lo entendían"...
Pero de mi familia solo hablo mal yo, que para eso son míos ¡Y cuidado con tocármelos!
La huella de los adioses es una saga
familia, comienza en España y regresa a ella desde una Cuba que es un
desafío y un dolor. Marieta Alonso nos ofrece una rica galería de
personajes vigorosos y bien trazados que nos llevan hasta el último
tercio del siglo XIX y nos devuelven a las postrimerías del siglo XX
para ofrecernos un retrato íntimo de la sociedad cubana, del exilio, del
regreso a los orígenes y de la poderosa capacidad del ser humano para
adaptarse a nuevas circunstancias. Armada a través de cartas,
reflexiones, vívidas escenas y valiosa naturalidad descriptiva, la
novela se disfruta página a página y nos deja al final el sabor
agridulce de lo más auténtico.
(Jorge Eduardo Benavides)
Los cuentos de Marieta son una delicia, sus
dos libros anteriores son justamente eso, recopilación de cuentos y
pequeñas historias que son en sí mismos, pequeñas novelas; los disfruté
muchísimo y mes a mes recibir las publicaciones de sus relatos en la
revista Nuevo Aquelarre, es uno de los momentos más esperados y
disfrutados. Pero ahora, la escritora hispanocubana nos trae su primera
novela larga, casi cuatrocientas páginas nada más y nada menos, esto es
dar un gran paso, adentrarse en el género por la puerta grande. Los que
conocemos y disfrutamos sus cuentos sabemos de su valía, su talento y su
prosa cautivadora, pero ¿habrá sabido conservar esas aptitudes en este
gran salto? pues para eso hay que ponerse a leer ya. Y así lo hice.
Me encuentro con un libro muy cuidado en su
aspecto y su formato, está hecho con mimo y dedicación, fotos
familiares, mapas y cartas a mano envuelven el corazón de la novela,
primer y último capítulo son rozados con ternura por estos pedacitos de
recuerdos, solo con ver y acariciar el libro una ya se siente cerca de
la autora y sus personajes, antes incluso de conocerlos. Y me pasa algo
muy curioso, abro el índice y veo que cada capítulo lleva el nombre de
un personaje y al lado una escueta frase que resume lo que nos podremos
encontrar y una fecha, y en ese momento me emociono, así como os lo
cuento, solo leyendo estos nombres y esas frases, me he emocionado, grosso modo me he hecho una pequeña idea de lo que me puedo encontrar dentro y sé que no me va a dejar fría.
Nos encontramos con el primer personaje, Cecilia,
en la actualidad, en un viaje cargado de dolor y pena de Madrid a
Galicia, con ella empezaremos y terminaremos esta historia, personaje
clave de la novela, me arriesgo a calificarlo de principal por ser el
hilo del que tiran los recuerdos para conocer el resto de personajes y
con ellos, sus pequeñas grandes historias que desembocan en esta gran
narración; hasta que no he leído esta novela no me había dado cuenta de
la ligereza con la que había calificado de novela coral a otras muchas y
es que la cantidad de personajes que conforman la novela es
impresionante, y si faltara uno solo de ellos, la historia quedaría coja,
por eso os comentaba antes que me arriesgaba a calificar a Cecilia de
personaje principal, pues si los demás son secundarios son auténticos
actores de reparto de lujo; pero no temáis, no perderéis el hilo en
ningún momento, todos y cada uno de ellos están perfectamente integrados
y perfilados en la narración, la historia de cada uno de ellos y su
interacción con el resto están narrados de manera precisa, concisa,
exacta, cuidada, con una naturalidad y sencillez que es como si los
tuvieses delante. A lo largo del libro vamos conociendo a estos
personajes y sus historias a través de pequeños saltos en el tiempo y el
espacio, desde 1868 hasta 2007 pasando por la guerra de Cuba, los
primeros años del siglo XX, y las siguientes décadas hasta la
actualidad, en capítulos cortos, fáciles de leer, de seguir y relacionar
con el resto de pasajes, vamos saltando con los protagonistas de fecha
en fecha ¿recordáis Érase una vez el hombre? un reloj con ojos y
manos nos iba marcando el tiempo a la vez que acompañábamos a los
personajes a través del tiempo y la Historia, pues algo así sucede con La huella de los adioses, arriba
a la izquierda, en cada capítulo, un dibujo de la isla de Cuba o de
España, pequeño, sin llamar la atención pero marcando el lugar en el
que se desarrolla el capítulo que vamos a leer a continuación, junto con
el nombre de su protagonista, una pequeña frase y una fecha, es nuestro
reloj que nos anuncia "Il etait une fois" que rezaba en su lenguaje original aquella serie animada con la que crecimos y aprendimos Historia los niños de entonces.
Y es que Marieta nos muestra de manera natural, franca, directa y afable la desconocida historia por la mayoría, al menos en mi caso, de Cuba.
Mis conocimientos sobre la isla no sobrepasaba la famosa pérdida de
Cuba del 98, el Che Guevara y Fidel Castro, y ahí queda la cosa; pero la
autora nos lleva de la mano de sus personajes, desde 1868 y el viaje de
Antón desde Espasante a Cuba, y embarcarnos con él y el inicio
de una historia que mezcla sangre, razas y países en una saga familiar
de profundas raíces aunque un océano separe los orígenes de unos y
otros. Para mi ha sido un placer absoluto leer capítulo a capítulo,
conocer a todos estos personajes, adentrarnos en sus mentes, sus
corazones, sus vidas, y algo que no creí posible, disfruté y aprendí de
manos de cada uno de ellos tanto sobre Cuba, antes y ahora, que me
avergüenzo de mi ignorancia hasta ahora de tan extensa e importante
Historia.
Lo que nos une es mucho más de lo que nos
separa. Ser la madre patria no es haber mandado tres barcos hace más de
quinientos años allende los mares, es ser sangre, alma, ideas,
recuerdos, nexos y lazos fuertes e invisibles, es ser Unos en Otros.
Amaremos a Edelmira, Micaela, Isabel,
Zobeida, Cecilia, sentiremos la sangre bullir por nuestras venas junto a
Pedro, Vicente, Josefa, y sufriremos sin dejar de sonreir con Pablo,
Juan, Candelas, y nuestro ojos se humedecerán con
Mamaquela. Aprenderemos todo sobre las plantaciones de tabaco, la
esclavitud cubana, tradiciones, costumbres, platos, diversión, trabajo
duro, sobre Guanajatabeyes y siboneyes; sobre un idioma español que a
nosotros nos suena a galimatías...sobre una vida y muchas vidas.
CONCLUSIÓN: La huella de los Adioses es
una novela de personajes y sus historias, pequeñas grandes historias
que dan forma y presencia a una saga familiar que no sabe ni de
distancias, ni colores ni ideologías, una familia fuerte, amante de sus
tradiciones y sin miedo a los cambios, abierta de mente y dispuesta a
acoger nuevos acervos junto a los de siempre. Una historia de personas
más que de personajes, de amor, de lucha, de grandes y pequeñas batallas
y un par de grandes guerras; sentimientos, emociones, valores, amor,
desamor, algún odio y mucho perdón. Una de las lecturas que más me han
sacudido el alma y en alguna ocasión me ha retorcido las vísceras. Bella
y sensible, que no sensiblera, de las que dejan huella en el corazón.
LA HUELLA DE LOS ADIOSES
Marieta Alonso Más
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