lunes, 11 de junio de 2018

Socorro González-Sepúlveda Romeral: Monólogo

Pastel de chocolate
Fotografía de Socorro González-Sepúlveda


Ella se decía sí misma mirando los moldes perfectamente alineados en los estantes de la cocina: Sí, me gusta cocinar, disfruto haciéndolo, aunque nadie me comprende. Me encanta tener invitados a comer o a cenar. Me gusta lucirme. Que se queden con la boca abierta cuando ven mis platos tan bien presentados. Y, sobre todo, mis postres.

─Eres la mejor repostera de Madrid ─me dijo Pepe, el amigo de mi marido que compra los dulces en la Mallorquina. ─Ya me gustaría a mí que mi mujer cocinara como tú─. Yo sé que es un cumplido, pero me gusta oírlo. Su mujer, que es muy guapa y profesora de inglés, me dice que aprenda idiomas, aunque sea catalán, que va muy bien para las neuronas. ¡Qué graciosa!

Esta Navidad haré postres de mazapán y bombones caseros, pensaba mientras batía las claras a punto de nieve.  Va a flipar mi cuñada, que piensa que lo que hago es una pérdida de tiempo. Que podría estar en el cine o leyendo un libro. Ya voy al cine cuando una película merece la pena, que son pocas. Leer no leo mucho. No tengo tiempo.

Una casa, si se quiere tener bien, da mucho trabajo y a la mía no le falta detalle, como dicen mis amigas, cuando vienen a visitarme. Ellas se fijan en las cortinas, todas hechas por mí, en las macetas con las mariposas artificiales y en los enanitos, estratégicamente, colocados en el jardín. El único inconveniente es que apenas tenemos sitio para poner los sillones, pero compensa...
     
Ella hace el recuento del menú de Navidad: tres platos y tres postres, ¡Ni uno menos!, sin contar las tartas y pasteles que haré para regalar. Tengo muchos compromisos: el médico de cabecera, la enfermera, el profesor de bailes de salón, mi consuegra… Dos semanas, al menos, para prepararlo todo. Seremos catorce en la mesa. Sacaré la vajilla buena y el mantel bordado. Llevo un mes pensando en la decoración. ¡Tengo que quedar bien!

El año pasado éramos dieciséis. Todos se lo pasaron muy bien y hablaron mucho entre ellos. Yo estaba muy cansada. Se lo comieron todo. Yo apenas comí. Nadie me dio las gracias, ni se ofreció para ayudarme a quitar la mesa y lavar los platos. Mi cuñada, que se preocupa por mí, me dijo: «Hemos de hablar tú y yo muy en serio. No te puedes pasar la vida haciendo pasteles entre los enanitos como Blancanieves. Si te animas ponemos una pastelería, ¡yo seré la socia capitalista!»
¡Nadie me comprende! ¿Tendrán razón?


© Socorro González- Sepúlveda Romeral




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