Mañana, día 8 de diciembre,
se celebra la festividad de La Inmaculada Concepción, por eso creo oportuno
hablar de ella en este mi blog, del día 7. Más cercano, imposible.
El misterio de la Inmaculada
Concepción fue considerado por la Iglesia, durante siglos, como materia
opinable. Italia estaba fraccionada en numerosos estados, con considerables
problemas políticos y esto hizo que algunos Papas descuidaran un tanto sus
funciones y, por otra parte, aún no estaba considerada como dogma de fe la
infalibilidad papal.
Pero desde muchos años atrás
eran muchos los preocupados por ese misterio, aunque sorprendentemente, un
hombre tan santo y tan inteligente como San Bernardo dijera que María no había
sido concebida sin pecado original sino inmediatamente purificada, opinión
compartida por San Alberto Magno y Santo Tomás de Aquino.
Los grandes defensores de la
Inmaculada fueron San Raimundo Lulio y la Orden franciscana, muy pronto otras Órdenes
religiosas se unieron a esta teoría y fueron tan apremiantes que, en el siglo
XV, el Papa Adriano V, va a establecer la solemnidad de la Inmaculada
Concepción de María el día 8 de diciembre. A partir de ese momento en todos los
monasterios, iglesias y conventos franciscanos se dedica una capilla a esa
advocación pero que, sin embargo, no será proclamada dogma de fe por Pío IX hasta
1854, con la siguiente definición «María estaba inmune de toda mancha de pecado
original».
En un principio su
representación iconográfica era «El
abrazo de San Joaquín y Santa Ana, padres de María, ante la Puerta Dorada del
Templo de Jerusalén» hasta que, ya en el siglo XVI, se produce un hecho
milagroso: un padre franciscano, especialmente devoto de la Virgen, rezaba
delante de un cuadro de aquella iconografía, cuando ésta se borra y en su lugar
aparece la imagen de María, de pie, sobre la bola del mundo, aplastando una
serpiente (pecado original), con la luna a sus pies, (visión de San Juan en el
Apocalipsis) símbolo de «María es el sol que permanece sobre la luna».
Maravillado, emocionado, el
fraile describe lo que ha contemplado y lo interpreta como un deseo de la
Virgen de una representación más clara, más descriptiva, que, inmediatamente
será aceptada y divulgada por pintores y escultores, nueva iconografía que con
milagrosa expansión sustituirá a la antigua. Es preciso resaltar que en España
aparece también otro entrañable nombre, Purísima Concepción, y que fueron
tantas las mujeres que llevaban su nombre que se inventó y popularizó, un
cariñoso diminutivo, «Concha, Conchita».
Por otra parte, como los
pintores españoles fueron los más entusiastas, con variedad, imaginación y
color los creadores de la novedosa iconografía, ¿quién no se ha extasiado,
emocionado, conmovido ante las maravillosas Inmaculadas de Murillo, Alonso Cano,
Zurbarán…?
© Isabel Martínez
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La Inmaculada Concepción Peter Paul Rubens Museo del Prado |
© Isabel Martínez.
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