Enero es sinónimo de
propósitos para el año que comienza, promesas que nos hacemos a nosotros mismos: «comeré
más sano, haré más deporte, leeré más libros o encontraré el trabajo ideal» son
algunas de las propuestas que más suelen escucharse o leerse durante el primer
mes del año.
Todos estos propósitos y juramentos
para los doce meses a los que vamos a hacer frente me hacen reflexionar sobre
las prioridades de los seres humanos. No es que estar más sano, ser un poco más
culto o desarrollar tu carrera profesional sea algo negativo. Sin embargo, no
dejan de ser cosas accesorias. Desde mi humilde punto de vista, lo más
importante es tener salud y ser feliz. El resto de cosas llegan con el
tiempo.
Cuando no me he
encontrado bien (yo
o cualquier persona cercana a mí) de ánimo o de salud todo ha funcionado mucho
peor. No he encontrado las ganas para enfrentarme al día a día. Simplemente no
he podido seguir adelante, era como si una telaraña me hubiera aprisionado.
Cuando todo ha vuelto a su lugar es cuando me he dado cuenta de lo que
me perdía, de que estando sanos (en todos los aspectos) es cuando las cosas
empiezan a fluir.
De ahí que mi propósito de Año Nuevo
sea: ser feliz.
¡Feliz vida!
© M. J. Pérez
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