viernes, 25 de enero de 2019

Maestro del suspense... Alfred Joseph Hitchcock




Así se llamaba aquel señor rollizo, con cara de luna llena y excepcional director que hizo estremecer a todos los aficionados al cine. No era un bromista, no. Era un maestro en el arte de dejar temblando de emoción al público.

Dominaba engarzar con gran habilidad esa sabia mezcla de asesinatos y suspense, sentido del humor, atención a los detalles. Creó cincuenta y dos películas y trescientos cincuenta programas de televisión. Hoy, todos resultan tan absorbentes, como lo fueron en su día.

Con «La muerte en los talones», el célebre realizador concibió la fórmula de entrelazar lo extraño y lo elegante, y se dice que de ella derivarían más tarde todas las películas de James Bond.

A «Psicosis» se la considera una de las películas de misterio más impresionantes que se han hecho y «Frenesí» fue considerada como una de las diez mejores películas realizadas en 1972.


Hitchcock dirigió todo tipo de género, pero su aportación más destacada fue crear el clásico rompecabezas detectivesco cuyo desenlace ocurre al final en una trama de intrigas, sazonada con los gritos de los espectadores y sus risas.

Nada es lo que parece en el mundo de Hitchcock. La maldad acecha en los sitios más inocentes. El secreto de la bomba atómica se oculta en botellas de vino; los familiares más queridos resultan homicidas; y monumentos como la Estatua de la Libertad han enmarcado escenas de inenarrable terror.  

Decía que el suspense consiste en dar información al espectador para que se preocupe, a diferencia del misterio que se limita a ocultar dicha información. Y que no era posible mantener al público en tensión sin darle un respiro de vez en cuando. Un ejemplo de ello podría ser esta escena:

«Un hombre y una mujer solos en la habitación están convencidos que el asesino les espera detrás de la puerta. Esta comienza a abrirse lentamente y aparece un gato. El público aliviado, ríe… hasta que se dan cuenta que el asesino no está fuera sino dentro, apuntando directamente con una pistola a la pareja».

Jamás polemizaba con sus ayudantes y actores. Si alguno expresaba una opinión contraria a la que él había expuesto le decía: Adelante, haga lo que quiera. Como sabe, luego está la sala de montaje.

Nació cerca de Londres un 13 de agosto de 1899 y murió en Los Ángeles un 29 de abril de 1980. De niño sentía una gran curiosidad, todo le llamaba la atención, de joven, pasaba muchas horas asistiendo a juicios por homicidio, al igual que hiciera Charles Dickens, casi un siglo antes.

A los veinticinco años contrajo matrimonio con Alma Reville, quien aportó estabilidad en su matrimonio, además de escribir varios argumentos como autora. Británico de nacimiento se nacionalizó estadounidense en 1939 y desde entonces dirigió sus filmes en Hollywood. La primera que hizo en tierras americanas fue «Rebeca», que ganó un Oscar a la mejor película del año.

Pionero en muchas técnicas dominaba los géneros de suspense y thriller psicológico. Su forma de trabajar fue distinta y reconocible. Innovador en el uso de la cámara que obliga al espectador a participar, empleaba encuadres para provocar ansiedad, miedo o empatía, además de una novedosa forma de montaje. Sus películas son tan cuidadosas e imaginativas que hablan un lenguaje universal. Todo ello culminó en una serie de triunfos. «Alarma en el expreso» y «39 escalones» le dieron fama mundial. ¿Recordáis su película «Los pájaros»? Fue una de sus más terroríficas.


La parte más difícil de su creación era cuando el matrimonio se sentaba a solas en la sala de proyección para ver y revisar a fondo la película antes de enviarla a la distribuidora. Se cuenta que fue Alma quien se dio cuenta de que Janet Leigh en «Psicosis» después de asesinada en la ducha tragó saliva, un ligero movimiento casi imperceptible, pero al que su perspicaz esposa no dejó pasar. ¡Viva la perfección!

Gracias a sus cameos, entrevistas, publicidad y programas de televisión se convirtió en un icono cultural.

Creo que estoy obsesionada con él. Una vez, después de ver tres películas suyas una detrás de otra, me quedé dormida... Y en sueños, una lluviosa madrugada, me pareció oír la voz de Hitchcock en mi oído: Yo no sabía que la pistola estuviera cargada.

Involuntariamente, me estremecí. Menos mal que yo soy morena y no rubia como le gustaban a él.

2 comentarios:

  1. Muy interesante. La verdad es que Hitchcock era un genio y sus películas son inolvidables.

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    1. Muchas gracias, Blanca, por tus comentarios. Tienes mucha razón. Era un genio.

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