Así se llamaba aquel señor
rollizo, con cara de luna llena y excepcional director que hizo estremecer a
todos los aficionados al cine. No era un bromista, no. Era un maestro en el
arte de dejar temblando de emoción al público.
Dominaba engarzar con gran
habilidad esa sabia mezcla de asesinatos y suspense, sentido del humor,
atención a los detalles. Creó cincuenta y dos películas y trescientos cincuenta
programas de televisión. Hoy, todos resultan tan absorbentes, como lo fueron en
su día.
Con «La muerte en los talones»,
el célebre realizador concibió la fórmula de entrelazar lo extraño y lo
elegante, y se dice que de ella derivarían más tarde todas las películas de
James Bond.
A «Psicosis» se la considera
una de las películas de misterio más impresionantes que se han hecho y «Frenesí»
fue considerada como una de las diez mejores películas realizadas en 1972.
Hitchcock dirigió todo tipo
de género, pero su aportación más destacada fue crear el clásico rompecabezas
detectivesco cuyo desenlace ocurre al final en una trama de intrigas, sazonada
con los gritos de los espectadores y sus risas.
Nada es lo que parece en el
mundo de Hitchcock. La maldad acecha en los sitios más inocentes. El secreto de
la bomba atómica se oculta en botellas de vino; los familiares más queridos
resultan homicidas; y monumentos como la Estatua de la Libertad han enmarcado
escenas de inenarrable terror.
Decía que el suspense
consiste en dar información al espectador para que se preocupe, a diferencia
del misterio que se limita a ocultar dicha información. Y que no era posible
mantener al público en tensión sin darle un respiro de vez en cuando. Un ejemplo
de ello podría ser esta escena:
«Un
hombre y una mujer solos en la habitación están convencidos que el asesino les
espera detrás de la puerta. Esta comienza a abrirse lentamente y aparece un
gato. El público aliviado, ríe… hasta que se dan cuenta que el asesino no está
fuera sino dentro, apuntando directamente con una pistola a la pareja».
Jamás polemizaba con sus
ayudantes y actores. Si alguno expresaba una opinión contraria a la que él había
expuesto le decía: Adelante, haga lo que quiera. Como sabe, luego está la sala
de montaje.
Nació cerca de Londres un 13
de agosto de 1899 y murió en Los Ángeles un 29 de abril de 1980. De niño sentía
una gran curiosidad, todo le llamaba la atención, de joven, pasaba muchas horas
asistiendo a juicios por homicidio, al igual que hiciera Charles Dickens, casi
un siglo antes.
A los veinticinco años
contrajo matrimonio con Alma Reville, quien aportó estabilidad en su
matrimonio, además de escribir varios argumentos como autora. Británico de
nacimiento se nacionalizó estadounidense en 1939 y desde entonces dirigió sus
filmes en Hollywood. La primera que hizo en tierras americanas fue «Rebeca»,
que ganó un Oscar a la mejor película del año.
Pionero en muchas técnicas
dominaba los géneros de suspense y thriller psicológico. Su forma de trabajar
fue distinta y reconocible. Innovador en el uso de la cámara que obliga al
espectador a participar, empleaba encuadres para provocar ansiedad, miedo o
empatía, además de una novedosa forma de montaje. Sus películas son tan
cuidadosas e imaginativas que hablan un lenguaje universal. Todo ello culminó
en una serie de triunfos. «Alarma en el expreso» y «39 escalones» le dieron
fama mundial. ¿Recordáis su película «Los pájaros»? Fue una de sus más
terroríficas.
La parte más difícil de su creación
era cuando el matrimonio se sentaba a solas en la sala de proyección para ver y
revisar a fondo la película antes de enviarla a la distribuidora. Se cuenta que
fue Alma quien se dio cuenta de que Janet Leigh en «Psicosis» después de
asesinada en la ducha tragó saliva, un ligero movimiento casi imperceptible,
pero al que su perspicaz esposa no dejó pasar. ¡Viva la perfección!
Gracias a sus cameos,
entrevistas, publicidad y programas de televisión se convirtió en un icono
cultural.
Creo que estoy obsesionada
con él. Una vez, después de ver tres películas suyas una detrás de otra, me
quedé dormida... Y en sueños, una lluviosa madrugada, me pareció oír la voz de Hitchcock
en mi oído: Yo no sabía que la pistola estuviera cargada.
Involuntariamente, me
estremecí. Menos mal que yo soy morena y no rubia como le gustaban a él.
Muy interesante. La verdad es que Hitchcock era un genio y sus películas son inolvidables.
ResponderEliminarMuchas gracias, Blanca, por tus comentarios. Tienes mucha razón. Era un genio.
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