martes, 5 de febrero de 2019

Blanca de la Torre Polo: Ira


Ira estaba contenta. Desde que campaba por el mundo su índice de popularidad no hacía más que aumentar.

El lunes pasado había sobrepasado a Envidia en el ranking de emociones corrosivas; ahora iba a la zaga de Avaricia. Era una apuesta ambiciosa que la colocaría en lo más alto del mercado de pecados.

Tenía trabajo que hacer y quería estar presentable. ¿Se vestiría con el traje del enfado, con los tacones de la rabia…? Mientras lo iba decidiendo se dio un paseo por sus dominios. Sobrevoló un atasco, recorrió unos cuantos despachos, se agazapó en una reunión de vecinos y atravesó con su aliento a una joven pareja.

Últimamente estaba siendo muy popular en el recreo de un colegio. Tenía un pupilo al que llamaban Sergio los compañeros más afables y «el rata» todos los demás.

Ira le estuvo observando desde que empezaron las clases; el niño pasaba su tiempo de juego en soledad, entreteniéndose con cualquier cosa hasta que Burla, Agresividad y Desprecio lo rodeaban. Conseguía escapar encerrándose en uno de los baños. Entonces, ella se deslizaba entre las bisagras de la puerta, sacudiendo su cuerpo con lágrimas de fuego, lamentos de trueno, ríos de furia quemándole por dentro, avivados por un volcán tapiado por el miedo. Y así era como día a tras día, Ira cobraba vida en el interior de aquel crío, mientras él se consumía.

Hoy, Ira ha optado por vestirse con las escamas de un dragón y llamando a Coraje —la debía un favor— han hecho salir a Miedo, que estaba bien oculto en el corazón de Sergio. Miedo estaba muy sucio y negro —tuvieron que frotarlo con jabón fosforescente—. Después, lo alimentaron con un bollo lleno de pepitas de Sensatez y un gran vaso de leche Astuciana —el miedo suele estar hambriento y muerto de sed—. Así fue como transformaron a Miedo en Prudencia— que prefiere que la llamen Pru—.

Y los tres: Ira —diluida en sus tres cuartas partes—, Coraje y Pru se pusieron al lado de Sergio que mantuvo a raya a los que no le dejaban disfrutar de su recreo.

Esa noche, Ira hizo un balance del día, comprobó que había perdido unos cuantos puntos con respecto a Avaricia y, con una chispa en la mirada, pensó: «Yo también puedo ser buena»


© Blanca de la Torre Polo

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