jueves, 21 de febrero de 2019

María del Carmen Aranda: El gran magnolio






En una pequeña escuela sin nombre, de un pequeño pueblo casi olvidado vivía un anciano. Su sabiduría era tal que un día mandó reunir a todos los pequeños bajo un hermoso árbol.

‒Hoy, vamos a hablar del árbol ‒les dijo.

Todas las sociedades que habitan en este mundo tienen los mismos miedos, las mismas necesidades y los mismos comportamientos, la diferencia entre unos y otros está en cómo se expresan. Los sentimientos del ser humano tienen una raíz y esa raíz es lo que da vida al árbol, a vuestro árbol interno.

Sus frutos dependerán de cómo lo hayamos cuidado, habrá que abonarlo, regarlo y podarlo para que crezca sano y tendrá que protegerse de las lluvias y la sequía, del sol y de los fríos de la noche, de virulentas tormentas e incluso de pequeñas y falsas frágiles hierbas que crecerán a su alrededor aprovechándose de los frutos que del árbol pudieran caerse como abono para su propio crecimiento, a protegerse de la lluvia en días tormentosos y del sol en días calurosos, de su sombra y su frescor, pero también se aprovecharán vorazmente de su abono compitiendo duramente entre ellas por la luz, los nutrientes y el espacio, serán el refugio de plagas y enfermedades.

Las semillas de estas malas hierbas vendrán a través del viento y los pájaros, por lo que deberéis estar atentos de limpiar vuestra tierra con cada nueva estación. Podad bien las hojas para que vuestro árbol pueda crecer con vigor y fuerza y de esta forma lograreis que vuestras ramas tengan belleza; el aire y los rayos del sol podrán penetrar sin dificultad en su interior haciendo crecer y florecer sus flores en forma armónica soportando sin esfuerzo el peso de sus frutos.

Tendréis menos frutos, pero más sabrosos, y recordad siempre que las ramas que empiecen a secarse o crezcan en un sentido contrario a vuestra armonía deberéis cortarlas enteras, sin desgarrarlas; el corte deberá ser limpio para que cicatrice mejor, si desgarras la rama, dejarás a tu árbol herido y la herida podría infectarse, el árbol podría enfermar, debilitarse y perder su esplendor. Tened siempre a mano vuestras herramientas limpias y dispuestas, así estaréis preparados para crecer fuertes, con brillo, elegantes y distinguidos como el gran magnolio.

© María del Carmen Aranda
Escritora / poeta
Académica perteneciente a la Delegación de Madrid de la ANLMI.
Embajadora de la Paz en España


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