En
una pequeña escuela sin nombre, de un pequeño pueblo casi olvidado vivía un
anciano. Su sabiduría era tal que un día mandó reunir a todos los pequeños bajo
un hermoso árbol.
‒Hoy,
vamos a hablar del árbol ‒les dijo.
Todas
las sociedades que habitan en este mundo tienen los mismos miedos, las mismas
necesidades y los mismos comportamientos, la diferencia entre unos y otros está
en cómo se expresan. Los sentimientos del ser humano tienen una raíz y esa raíz
es lo que da vida al árbol, a vuestro árbol interno.
Sus
frutos dependerán de cómo lo hayamos cuidado, habrá que abonarlo, regarlo y
podarlo para que crezca sano y tendrá que protegerse de las lluvias y la
sequía, del sol y de los fríos de la noche, de virulentas tormentas e incluso de
pequeñas y falsas frágiles hierbas que crecerán a su alrededor aprovechándose
de los frutos que del árbol pudieran caerse como abono para su propio
crecimiento, a protegerse de la lluvia en días tormentosos y del sol en días calurosos,
de su sombra y su frescor, pero también se aprovecharán vorazmente de su abono
compitiendo duramente entre ellas por la luz, los nutrientes y el espacio,
serán el refugio de plagas y enfermedades.
Las
semillas de estas malas hierbas vendrán a través del viento y los pájaros, por
lo que deberéis estar atentos de limpiar vuestra tierra con cada nueva estación.
Podad bien las hojas para que vuestro árbol pueda crecer con vigor y fuerza y
de esta forma lograreis que vuestras ramas tengan belleza; el aire y los rayos
del sol podrán penetrar sin dificultad en su interior haciendo crecer y
florecer sus flores en forma armónica soportando sin esfuerzo el peso de sus
frutos.
Tendréis
menos frutos, pero más sabrosos, y recordad siempre que las ramas que empiecen
a secarse o crezcan en un sentido contrario a vuestra armonía deberéis cortarlas
enteras, sin desgarrarlas; el corte deberá ser limpio para que cicatrice mejor,
si desgarras la rama, dejarás a tu árbol herido y la herida podría infectarse,
el árbol podría enfermar, debilitarse y perder su esplendor. Tened siempre a
mano vuestras herramientas limpias y dispuestas, así estaréis preparados para
crecer fuertes, con brillo, elegantes y distinguidos como el gran magnolio.
© María del Carmen
Aranda
Escritora / poeta
Académica
perteneciente a la Delegación de Madrid de la ANLMI.
Embajadora de la Paz
en España
Muy bien, Mari Carmen.
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