lunes, 3 de junio de 2019

Amantes de mis cuentos: Cinéfilo



A Pepín Rodríguez le gustaban las películas de vaqueros, pero no esas que el protagonista se enamora de la hija del más rico del pueblo, siendo más pobre que una rata, y en la que el futuro suegro se niega a entregar a su bella hija a un desharrapado. Las que le gustaban eran las que le hacían vibrar, los indios presentándose con sus pinturas de guerra sobre unos preciosos corceles, y al verlos… vaqueros y ganado corrían despavoridos en medio de una gran polvareda. Las flechas volaban y la roja sangre se deslizaba lentamente a través de las verdes praderas.

¿Qué hace? ¿Está tonto? Y Pepín pidió un centenar de disculpas, ¡Perdón, perdón!, que no fueron aceptadas, por haber manchado de kétchup la blanca camisa del ejecutivo con el que estaba en negociaciones.

Una mano le zarandeaba. ¿A quién pides perdón? Era Paquita, su novia de tantos años, emocionada, porque estaban en el cine, viendo justo esa escena en que Robert Redford le lava la cabeza a Meryl Streep.

¡Qué susto! De nuevo su imaginación le había jugado una mala pasada.

‒¡Ay, Paqui, he soñado algo horrible, me echaban del trabajo, Paqui, me echaban!

‒Pepín, cada vez estás más atontado, si estás en el paro.

Qué manera más desagradable de volver a la cruda realidad, y encima ni siquiera aparecía en la pantalla grande la escena del accidente de la dichosa avioneta en la que muere ese guaperas.



© Marieta Alonso Más

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