Gran parte
de la obra de Irene Gracia (Madrid, 1956) ha consistido en la narración de
personajes y épocas que en parte han conformado su paisaje espiritual,
dibujando un mapa curioso donde se mezclan ciertas obsesiones del medioevo, de
las leyendas nórdicas y de Oriente, pero visto a través del filtro de una
estética proclive al prerrafaelismo y su manera de abordar el género
fantástico. Digo visto y paisaje porque Irene Gracia, amén de novelista de
ganado prestigio, comenzó como pintora.
Si nos detenemos
a contemplar su obra pictórica entenderemos su obra narrativa, la correspondencia
entre las dos expresiones van de la mano y en ella asistimos a una mezcla de
expresionismo plástico en pintura que se corresponde a cierto lirismo a lo
Djuna Barnes y que deriva rápidamente a sus obsesiones donde lo fantástico se
alía con lo onírico en feliz conjunción.
En Mordake
o la condición infame, Irene Gracia recrea la novela gótica; El
coleccionista de las almas pérdidas, novela que bordea la visión de una Mary
Shelley; El beso del ángel, narración de cierto coraje donde cuenta la
relación de una mujer, Thérèse Fuler, con su ángel, Adanel; o, por último,
Ondina o la ira de fuego, donde da vida a la figura de Johanna Eunicke, que
interpretó una ópera de E. T. A. Hoffmann, donde Gracia imagina las relaciones
de la cantante con el escritor berlinés.
En Las
amantes boreales esa relación que Gracia ha mantenido con lo fantástico se
resuelve de otra manera: la narración que nos relata la historia de dos amigas,
bailarinas en la Escuela Imperial de Danza, el Teatro Mariinsky, que son
expulsadas de la misma y llevadas a una isla del lago Ladoga, Palastnovo, donde
vivirán una suerte de descenso a ciertos infiernos que se enmarca en los años
de la Revolución soviética. Roxana y Fedora mantienen esa amistad durante años,
viven su particular historia de amor y, finalmente, consiguen lo que las
bambalinas de esta novela-ballet. Entre este exaltado lirismo y la descripción
sencilla, casi plana de unos sucesos que conmovieron al mundo en lo social y en
lo estético, ondula esta historia de amor entre dos bailarinas que
experimentaron las sombras de la noche, su horror y su goce.
Juan Ángel Juristo
ABC Cultural, 10 de noviembre de 2018
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