sábado, 15 de febrero de 2020

El Puente de Carlos (Praga)




Testigo silencioso desde tiempos medievales, se encuentra sobre el río Moldava, y es el más antiguo de Praga. Nos lleva desde la Ciudad Vieja a la Ciudad pequeña, los dos barrios más importantes de Praga. Pasear por ellos es adentrarse por calles empedradas, recrearse con el colorido de las casas, con carteles que te hacen pensar en épocas remotas.

Se construyó después de que el viejo puente románico de Judith ‒esposa del rey Ladislao I‒ se destruyera a causa de una inundación en 1342.

El puente Carlos tiene una longitud de quinientos dieciséis metros y la anchura es de casi diez metros, se encuentra apoyado sobre dieciséis arcos. Está protegido por tres torres. La ubicada en la cabecera de la Ciudad Vieja está considerada como una de las más impresionantes de la arquitectura gótica mundial. El Puente tuvo en su día cuatro carriles destinados al paso de carruajes, actualmente es peatonal.

Comenzó a construirse en 1357 y fue finalizado en 1402. La primera piedra la colocó el rey Carlos IV a las 5:31 horas de la madrugada del 9 de julio. Un grupo de astrólogos asesoraron al monarca y le convencieron de que esas eran la hora y la fecha precisas para hacerlo, porque si juntamos todos esos números obtendremos un palíndromo capicúa de dígitos impares ascendentes y descendentes que coincide con la siguiente sucesión de cifras: 135797531. Así el puente sería mucho más sólido y resistente, pensaron.

Fue construido con arenisca de Bohemia, y se piensa que el mortero utilizado para unir las piedras se ligó con huevo. Aunque no hay datos que corroboren esa creencia, sí se sabe que se utilizó algún material orgánico. También recomendaron alinearlo con la tumba de San Vito y con la puesta de sol del equinoccio. 

A lo largo del puente encontraremos treinta estatuas, en su mayor parte de estilo barroco, situadas a ambos lados, muchas de las cuales son copias ya que las originales se encuentran en el Museo Nacional de Praga. La primera estatua data de 1683, la de San Juan Nepomuceno, que fue tirado al río en 1393 por orden de Wenceslao IV y en el siglo XVIII fue santificado. Cuenta la leyenda que, si tocas una placa que hay sobre su base, el santo te concederá un deseo y regresarás a Praga.

Es un sitio muy transitado de día y de noche. Durante el día te tropezarás con puestos de artistas intentando ganarse la vida, por la noche con el castillo de Praga iluminado como telón de fondo, nos hace soñar.




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