En Cuba se les llama
«torrejas» y en España «torrijas». Ambos términos aparecen documentados en el
siglo XV, cuando en 1496, Juan del Enzina utiliza «torreja» en un villancico de
su cancionero. El escritor y cocinero de palacios de Felipe II, Francisco
Martínez Motiño nos da la receta de las torrijas que consiste en pan mojado en
leche, huevo y frito hasta que quede un poco moreno, endulzado con almíbar o
miel y espolvoreado con azúcar. Lope de Vega también menciona las torrijas en
sus obras. A comienzos del siglo XX eran muy habituales en las tabernas de
Madrid y se servían con chatos de vino. Al parecer era un plato indicado para
la recuperación de parturientas.
Más internacional
imposible: los franceses las llaman «Pain perdu», los ingleses «Poor Knights of
Windsor», en Estados Unidos «French toast», los suizos «Fotzelschnitten», nuestros
vecinos portugueses «Rabanadas» y los de habla hispana las podemos llamar «torrijas
o torrejas», como más nos guste.
Ingredientes:
1 Barra de Pan. Ahora los hay especiales para torrijas, pero mi madre lo
hacía con pan del día anterior.
1 litro de leche entera
2 huevos
Cáscara de Naranja y cáscara de limón muy finas, sin mucho blanco para
que no amargue.
1 palo de canela en rama
Canela molida
Cáscara de Limón
Azúcar
Aceite de oliva virgen extra suave
Preparación:
La leche junto con la cáscara de naranja, el limón, canela en rama y
azúcar la ponemos a cocer. A punto de comenzar a hervir la retiramos del fuego.
Ponemos el pan sobre una fuente y vertemos la leche que ya no estará caliente
sino a temperatura ambiente, una media hora en remojo. No conviene que empape
demasiado para que no se rompa. Pasamos por huevo y freímos.
Escurrimos el exceso de aceite y untamos con azúcar y canela molida mezclado,
o miel, o melaza.
A mi padre le gustaban con vino y aunque suele emplearse vino blanco, o vino
dulce de moscatel o vino dulce de pasas, o de Oporto, a él le gustaban con vino
tinto.
Son típicas de la Cuaresma y de la Semana Santa.
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