miércoles, 10 de febrero de 2021

José Carlos Carretero: El suceso que desencadenó mi despertar (Darth Revan) Parte I

 

 


--4000 BBY--

(/Región mandaloriana del borde exterior galáctico/)


Nos encontrábamos en una época conflictiva en la que solo los más valientes y osados ganarían la guerra.


 

Los mandalorianos conquistaban o destruían despiadadamente todos los planetas que se ponían a su paso mientras se dirigían sin descanso, al núcleo galáctico.


Yo era uno de los caballeros Jedi que luchaba entonces contra la tiranía en la galaxia.

Insistí en no dejarles avanzar más y presentarles batalla por todos los frentes posibles, pero la mayoría de los Jedi, en especial los más «sabios», los a veces orgullosos maestros Jedi, no creían que esa fuera la mejor forma de afrontar el conflicto.

¿Qué podía hacer? No podía quedarme con los brazos cruzados mientras todo lo que quería era destruido.

No contaba con el apoyo del consejo ni de la orden, sin embargo, sabía que muchos Jedi de menor rango me seguirían sin dudarlo. En especial los más jóvenes, ávidos de aventuras y en busca de retos a la altura de sus extraordinarias habilidades.

Valiente, carismático, poderoso y un gran estratega. Así me describían todos aquellos que me siguieron fielmente en la ofensiva que cambiaría el rumbo de la galaxia.

Reuní una inmensa flota y provoqué a los mandalorianos para que cayesen sin pensar en una emboscada que habíamos preparado para estos patéticos seres en el sistema Niury.

Ahí fue donde las tornas empezaron a cambiar.

Perdí a muchos amigos y compañeros leales. Las batallas eran terriblemente difíciles y cruentas. Poco a poco fuimos reconquistando todos y cada uno de los planetas perdidos e hicimos retroceder a los mandalorianos.


Después de seis largos meses de cruel campaña llegamos al escenario donde tendría lugar la última batalla de esta maldita guerra, el final del principio, Malachor V. Un planeta muy alejado del núcleo galáctico. Un planeta inhóspito, misterioso y estéril.


Fue allí donde derroté de una vez por todas al despiadado líder de los mandalorianos.

Cuando mi sable láser rebanó la cabeza de Mandalore, sentí algo en mí que me hizo sentir bien. Mejor que bien. Mejor de lo que había estado en mucho tiempo.

Por fin la guerra había acabado.

Pero a pesar de la gran victoria, miles de Jedi y de leales tropas habían muerto masacradas o permanecían prisioneros de los reductos mandalorianos que se batían en retirada.

Si al menos la orden Jedi hubiera accedido a participar en la batalla no habríamos contado los muertos por decenas de miles.

Si al menos todos esos malditos maestros hubieran luchado a mi lado y no se hubiesen quedado sentados mientras me exponían interminablemente su código de conducta Jedi…

Lo único cierto es que habían abandonado a los suyos, a sus propios aprendices Jedi a su propia suerte. Aquellos que tan leal y ciegamente me siguieron en esos oscuros tiempos. Aquellos que sacrificaron sus vidas en un intento de hacer de la galaxia un lugar mejor. 

En especial hubo un joven, Alek, que siempre estaba a mi lado por difícil que fuese la situación. Era increíblemente poderoso en la Fuerza para su edad y un hábil piloto.

Siempre me apoyaba en los momentos más difíciles de la batalla cuando el resto dudaba. Según pasaba el tiempo, Alek y yo nos hicimos grandes amigos, más aún en aquellos momentos críticos.

Más que eso, más que hermanos.

Aquellos que oyeron hablar de nosotros nos consideraban una leyenda viva.

Se decía que destacábamos en solitario, pero que juntos éramos imparables, invencibles. Éramos la última esperanza que le quedaba a los seres que habían perdido la fe en la República y en la Orden Jedi.

Cada vez que la batalla se trasladaba a la cercanía de un nuevo planeta, todos los habitantes de este miraban la HoloRed para no perder detalle de como la impresionante fuerza salvadora arrollaba a los invasores y les expulsaba del sistema.

Sin embargo, los niños no miraban las noticias para ver la ingente cantidad de naves Capitales que aparecían en el campo de batalla.

Miraban al cielo fijamente buscando algo muy concreto, pero sin poder ver cómo dos estallidos prismáticos de reversión al espacio real aparecían de pronto en la oscuridad del infinito.

Deseando ver aquello que habían estado esperando durante tanto tiempo, pero sin poder llegar a ver realmente como lejos del campo gravitatorio del planeta surgían del hiperespacio una pareja de cazas estelares modificados que se sumergían, disparando todos sus cañones, en la tormenta de cazas mandalorianos.

Una pareja de cazas. Cazas Jedi. Sólo dos. No se necesitaban más.

Revan y Malak. Porque eran ellos los que marcaban la diferencia. Porque eran un equipo. Eran el equipo.

«Y siempre será así. Siempre estarán juntos», decían.

Porque, aunque ahí se acababa la Edad de los Héroes, se había dejado lo mejor para el final.

Una vez muerto el líder de los mandalorianos la flota estaba preparada para regresar a Coruscant para la celebración de la ansiada victoria. Yo deseaba regresar a mi mundo natal, Deralia, para comprobar la suerte que había corrido el planeta.

Pero, antes de partir, algo con lo que no contaba apareció ante mí en Malachor V.

Descubrí un palacio majestuoso y brillante como el marfil de Krotax, que irradiaba una energía extraña, en uno de los valles del planeta. Me sentí atraído. Algo en su interior me llamaba...

No sé cómo describirlo, pero la Energía que emanaba de aquel lugar era algo muy atrayente. Misteriosamente, la energía de la Fuerza estaba presente en aquel palacio.

No puede resistir su llamada, así que decidí entrar. En el centro mismo encontré una sala que contenía viejos archivos, holocrones con todo el conocimiento de los antiguos Sith. En especial, me llamó la atención las referencias a un planeta hasta entonces desconocido para mí, Korriban.

En ese momento algo despertó en mi interior. Pensé que, si aprendía los conocimientos ocultos durante milenios de los Sith, llegaría a ser más fuerte y podría proteger a aquellos que me fuesen leales. Podría defender a los que quería y amaba. Ya no necesitaría las enseñanzas y la protección de los Jedi. No tenía nada más que aprender de ellos.

Tenía razón en todo, salvo un pequeño detalle... ¿Cuál era el precio que tendría que pagar para conseguirlo?


Fanfiction basado en Darth Revan, personaje de Star Wars: Caballeros de la Antigua República.



© José Carlos Carretero


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