domingo, 21 de marzo de 2021

Caleti Marco: Madre e hija

 



        De buena estatura para su edad, con movimientos a veces lentos, a veces rápidos, pero siempre  seguros.

        De cabello y tez morena, ligeramente bronceada por el sol de invierno; ojos negros, muy vivos que una veces brillan intensamente, otras permanecen en silencio, ausentes, lejos, en algún lugar de no sé dónde.

        La quiero con locura, la llevo en mi corazón, siempre. Siempre la esperé con impaciencia; ella  es…  como es; se hace querer por todos los que la rodean, la conocen o viven junto a ella.  Una personita proclive a mostrar su afecto sin tapujos tanto como su aversión a quien no es de su cuerda.

        La madre la observa, vive por y para ella; la mira con dulzura y piensa: Para mí no hay nadie más. Vino al mundo  después de nuestro primer hijo, sabíamos que era niña y…

        Su rostro, ¿a quién se parecería?, pensé entonces; y su mirada, su sonrisa, su manera de moverse… el mayor era como su padre, y  soñé “¿y si ella fuese como yo?”, o "¿por qué no parecerse a su abuela?", en fin… mil y un pensamientos.

        Por las noches  palpaba  suavemente  mi vientre con casi de siete meses de gestación, deseando que notase mi cariño a través de la caricia, le hablaba, le contaba cosas, cosas mías de una madre a una hija que está a punto de llegar y así me quedaba dormida  noche tras noche. La veía en mis sueños y nuestras risas juntas se mezclaban con el ruido de la vida, el sonido de la naturaleza, la voz de su padre o el reclamo de mi querido hijo mayor.

        Parecía como si llegase hasta mí su aroma; percibía su olor particular a bebé, una mezcla de leche, jabón y colonia, y… el mío propio, también. Y… qué delicia! Soñaba apasionada con la idea de volver a experimentar todo eso de nuevo, como cuando tuve a su hermano.

        Se llevarían cuatro años, quizás demasiados pero… ¿qué importa eso?, con el tiempo se iría equilibrando esa distancia. Los presentía juntos, muy unidos. Se ayudarán, se apoyarán, se pondrán uno de parte del otro cuando tengan que defender algo frente a nosotros. Difícil será, pero… qué gratificante lo imaginaba a pesar de todo. Bueno, todavía falta mucho para eso.

        Lo primero serán noches sin dormir, pañales que cambiar, y… el pecho, bueno… nunca me gustó demasiado amamantar a un hijo, pero con ella será diferente, lo haré aunque mi dedicación al trabajo fuera de casa  lo haga complicado.

        Todo estaba listo para su llegada. Miraba los cajones con su ropa, su cuna, y pensaba… ¿será suficiente?… todo se le quedó pequeño al mayor en muy poco tiempo. Reparé en el jersey tejido por mí, un tanto raro había quedado pero… era mi regalo de bienvenida, se lo pondría nada más que la tuviese en mis brazos.

        ¡Qué bonitas sensaciones tiene la vida!,   y… ¡qué felicidad la de ser madre!, no se paga con nada. Han pasado unos años y… cuantas alegrías y satisfacciones me ha dado. La he visto crecer, formarse, ir avanzando en su desarrollo no sin dificultad, claro, por cómo es ella. Pero… ahí estamos, juntas, nos tenemos la una a la otra.

        La oigo, parece que me llama, a su manera; voy corriendo, está entretenida con sus cosas,  sus juguetes,  sus dibujos… me mira con dulzura y me sonríe, me dice «su mami», y alguna palabra más;  es feliz y yo con ella siempre, a su lado .

        Mi hija sigue y seguirá siendo una niña, aunque mañana cumplirá 37 años.

 

                                                                       © Caleti Marco

 


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