«Al igual que la cebolla, el puerro y el
cebollino, el ajo es especie de gran importancia económica, muy cultivado y
desconocido en estado silvestre. Formaba parte de la dieta de griegos y romanos».
Con ese discurso llegó mi amiga Lucía blandiendo
una receta ante mis narices. Con tanto movimiento solo podía leer una palabra.
¿Patatas? Sí, hoy comeremos patatas, contestó.
No sé qué cara pondría. Ella es de las que no
paran de hablar.
Que sepas que ese tubérculo primo del boniato
y la yuca era del gusto de Vincent van Gogh, hasta pintó el cuadro «Los
comedores de papas». Era su forma de describir la vida sencilla de los pobres.
Se quitó la mochila de la espalda, la puso
sobre la mesa y la abrió. Con algo de misterio sacó una fuente rectangular, una
bandeja con jamón serrano, muy bien cortado, por cierto, otra con lonchas de queso
y dijo: Esto es lo que comeremos hoy.
Y debo confesar que me ha sabido a gloria.
Ingredientes: (4
Personas)
½ kilo de patatas
3 huevos
1 brik de nata
Ajo cortado a trocitos
muy finos
Perejil
Pimienta negra molida
(opcional)
Preparación:
Pelar las patatas y cocerlas en agua y sal. Escurrir y machacar con un tenedor, añadir los ajos (me dice que también podría ser ajo en polvo), perejil picado y una pizca de pimienta negra. Dejar enfriar un poco y mezclar requetebién la nata y los huevos.
Engrasar el molde con un poco de aceite de oliva, poner la mezcla al baño María durante 30 minutos en el horno. Desmoldar y servir de guarnición.
Probadlo
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