jueves, 25 de mayo de 2023

José Zorrilla: Don Juan Tenorio

 


En noviembre, el día de Todos los Santos, numerosos teatros descubren una figura que no guarda secretos para el público: Don Juan Tenorio.

La acción transcurre en la Sevilla de 1545. Comienza con don Juan escribiendo una carta a doña Inés, hermosa novicia a la que pretende seducir. Muchos de esos espectadores son capaces de declamar los conocidísimos versos al mismo tiempo que los actores.

Uno de mis tíos paternos alardeaba de saberse de memoria don Juan Tenorio, la Venganza de don Mendo y el Padrenuestro.

La obra se estrenó el 28 de marzo de 1844 en el Teatro de la Cruz en Madrid y contiene todos los elementos para conquistar al público. Y lo que me maravilla es que a pesar de las miles de veces que ha sido representado este drama, la tradición pervive año tras año.

En 1860 las escenas del cementerio habían llegado a ser tan populares que surgió la tradición de representar a don Juan Tenorio el día de Todos los Santos o el día de los Fieles Difuntos, fechas en las que en toda España se suelen visitar los cementerios.

Fue todo un éxito económico…, pero no para su autor.

La vida de José Zorrilla tuvo muchos avatares. Nació en Valladolid y vivió en Madrid en la plaza de Matute. Cuando escribió esta obra pasaba apuros económicos y antes de su primera representación vendió sus derechos de autor a un astuto editor de Madrid por la pequeña suma de 4200 reales de vellón, unos quinientos euros de hoy. La Ley de la Propiedad Intelectual de 1879, estableció que veinticinco años después de la muerte de un escritor, sus herederos podían reclamar los derechos que aquél pudiera haber vendido. Entre pitos y flautas, Zorrilla murió pobre. No fue hasta 1932, tras complicadas maniobras legales, en que su sobrina pudo heredar.

Hoy don Juan Tenorio es del dominio público. Cualquier compañía de teatro puede escenificar dicha obra sin devengar derechos de autor.

Como toda obra teatral que se precie, la escena en que don Juan mata al Comendador ha sido, en ocasiones, motivo de improvisaciones.

Se rumorea, que una vez la pistola de don Juan falló, enfurecido, don Juan miró a su víctima y exclamó: «Muérete de vergüenza». El Comendador, complaciente, cayó al suelo. 

En otra representación se produjo el mismo fallo, y don Juan dio un puntapié al Comendador que se desplomó exclamando: «¡Ah! ¡Tenía la punta de la bota envenenada!».

Sea cierto o no, el público siempre disfruta.

 


 

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