Con
esta historia, Delibes logró el premio Nacional de Literatura en 1955. Una vez
más el autor nos lleva a su adorado mundo rural, eso que ahora llamamos la
España vaciada, con una historia sencilla y cotidiana.
Lorenzo,
el protagonista, es un hombre con una vida corriente y poco dado a expresar sus
preocupaciones y sentimientos, prototípico en los hombres y mujeres de la dura
Castilla. Trabaja en un instituto de Valladolid y así mantiene con estrecheces
la casa y a su madre. Es un hombre optimista que se apoya en su gran pasión, la
caza de los domingos, para sobreponerse a los problemas y la rutina.
En
esta historia, tal vez la más optimista de las que escribió y la única con
ciertos toques de humor, Lorenzo se nos presenta como un ser humano, al fin y
al cabo, con sus miserias y sus grandezas, con sus contradicciones y sus pocas
certezas, contándonos su día a día como si escribiera un diario en el que queda
claramente explicitado su amor por la caza menor, la actividad que proporciona
brillo a su oscura existencia.
Como
todas las obras de este autor, Diario de un cazador, rezuma amor por el mundo
rural, por sus moradores y por el lenguaje singular de estos. Delibes no deja
escapar la oportunidad para homenajear el idioma nacido del pueblo en cada uno
de sus libros al igual que lo hizo en su trabajo en la RAE donde luchó por
introducir términos nuevos, ruralismos.
Este
autor siempre es una buena recomendación para los lectores. Su crítica al
desarrollo sin medida que tanto afecta al mundo rural, su defensa visionaria de
lo que ahora llamamos sostenibilidad, y ese empeño por salvaguardar el lenguaje
que aprendimos desde la niñez de nuestros padres, abuelos y maestros, dotan de
un interés especial sus historias.
Julia de Castro
Mi invierno en libros
Febrero 2024
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