viernes, 17 de octubre de 2025

Agua de Cebada

 



¡No ha probado usted el Agua de Cebada!

¡Vamos, vamos! Fue típica en los cafés de Madrid, en verbenas, fiestas, saraos y romerías. Precursora de los actuales refrescos. Su consumo se inició en el siglo XVIII, y se hizo popular a fines del siglo XIX y principios del XX, donde se pedía como agua de cebá. Los mozos la vendían por las calles.

Es un cereal de gran importancia tanto para animales como para los humanos y es el quinto cereal más cultivado en el mundo. Su cultivo se remonta al Antiguo Egipto y se cita en el libro del Éxodo en relación con las plagas de Egipto. Fue conocida por los griegos y romanos, era la base de alimentación de los gladiadores. En Suiza se han encontrado tortas con granos de cebada que datan de la Edad de Piedra.

En Inglaterra hasta el siglo XVI los pobres solo tenían permitido consumir pan de cebada mientras que el pan de trigo estaba destinado a la clase alta; a medida que el trigo y la avena se fueron haciendo más asequibles, se acabó con el uso de la cebada para hacer pan.

Su elaboración consiste en tostar granos de cebada, cocerlos con agua, dejar macerar y añadir azúcar morena de caña. En Cuba la llaman azúcar prieta. A la hora de servir, añadir un chorrito de limón granizado. Riquísima y refrescante.

Hoy, en verano, se puede beber el Agua de Cebada en algunas horchaterías de Madrid, en Valencia, en toda la Vega Baja del Segura (Alicante), en Cambil (Jaén), y también en México, Perú, Costa Rica y Gran Bretaña. 

Probadla

Ya me diréis

miércoles, 15 de octubre de 2025

Nuevo Akelarre Literario nº 121: La Universidad de Alcalá de Henares



Fue fundada por el cardenal Cisneros en 1499. Durante los siglos XVI y XVII se convirtió en el gran centro de excelencia académica. En sus aulas enseñaron y estudiaron grandes maestros, y hombres ilustres, como Quevedo, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Tirso de Molina, Fray Luis de León o María Isidra de Guzmán y de la Cerda, quien, con autorización del rey Carlos III, el 6 de junio de 1785, fue la primera mujer que recibió un doctorado en una universidad española.


Para disfrutar de nuestros cuentos

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https://www.nuevoakelarreliterario.com/universidad-de-alcala/ 

lunes, 13 de octubre de 2025

Malena Teigeiro: Un vestido de seda condesa

 


A doña Justinita le emocionaba todo, absolutamente todo, en la tienda de Telas, Encajes y Novedades. Incluso el olor parecía emborracharla. Por no hablar de los rollos de tela, que colocados unos al lado de los otros le recordaban a las flores del campo. Una pieza de seda rosa sobre otra de raso verde, a su lado una de batista amarilla, los algodones estampados, terciopelos y encajes, y los tules para los velos de novia, esos, bien apartados, no fuera ser que se ensuciaran.

Como siempre que era invitada a una cena de gala, dos o tres semanas antes, doña Justinita entraba en la tienda de telas. Esa vez se preparaba para la que daban en el Palacio de Oriente al rey de... —¡Vaya a saber usted de dónde!—, que andaba de visita en España. Su esposo, general de la Guardia Real, era uno de los invitados. Y como siempre, don Manuel, uno de los dueños de la tienda de telas, en cuanto la vio entrar, salió del despacho para atenderla personalmente.

La señora comenzó a contarle la necesidad que tenía de un nuevo traje de noche. Como él ya podía suponer, decía con un leve movimiento de cejas, a su esposo lo habían invitado a la cena en palacio. Y allí estaba ella otra vez, ya sabía él para qué. Y revoloteó la mano haciendo sonar unas pulseras. Tendrá que ser largo, y moderno, sin llegar a ser muy llamativo. Don Manuel sacó de uno de los cajones del mostrador el último figurín de moda. Ojeó con rapidez las hojas, hasta llegar a un vestido, bastante vaporoso, con manga francesa y un poquito de cola. Doña Justinita, pasó el dedo por encima de la fotografía, como queriendo acariciar la vaporosa muselina, mientras le comentaba que no le gustaba repetir vestidos, y como mujer de militar, tampoco podía gastar demasiado por lo que, por favor, buscara entre las sedas, rasos y muselinas, la que mejor le fuera tanto a su cartera como a su persona. Con coquetería, ladeó la cabeza y lo miró soñadora.

—Recuerde, don Manuel, que el que llevé la última vez era de organza azul pastel.

El hombre recortaba una muestra de todas las que creía que le podían valer, para que la señora pudiera elegir libremente en su casa. Medio escondido, descubrió un rollo de raso Condesa color violeta, casi morado.

—Mire, doña Justinita, éste es el color que a usted mejor le va, el violeta. Sin duda es el que más realza el verde de sus ojos. Y también tiene una buena caída para el modelo que hemos elegido —el hombre, sin dejar de alabar la tela, cortó una muestra de casi dos metros—. Mírelo en casa con la luz artificial, que es la que va a tener cuando se lo ponga —añadió mientras arrancaba la hoja de la revista.

Con cuidado, empaquetó las muestras, y en un sobre separado puso la de seda violeta y el dibujo del vestido. Sin dejar de charlar de lo pesadas que eran esas cenas, don Manuel la acompañó hasta la puerta. En cuanto hubiera decidido con cuál se quedaba, que lo llamara, y que no se preocupara, le mandaría la tela con el botones. Tras una pequeña inclinación, cerró la puerta.

Don Manuel entró de nuevo en su despacho, se sentó a la mesa y continuó repasando el libro de cuentas. A su lado, su hermano Antonio, el otro propietario de Telas, Encajes y Novedades, movía la cabeza sin levantar la mirada del libro de pedidos.

—La falda que lleva esta vez está estaba confeccionada con la última muestra que le diste, ¿no? —susurró con disgusto.

Embebido en sus cuentas, don Manuel continuó su trabajo sin contestar. De pronto dejó el lápiz en alto sobre la hoja. ¡Su adorada Justinita! Cerró los ojos y la vio, años atrás, paseando por la acera de La Gran Vía del brazo del flamante uniforme de Carlos, entonces todavía teniente de la Guardia Real. ¿Qué hubiera pasado si en vez de pegarse un tiro con su arma reglamentaria cuando hizo el desfalco, se hubiera divorciado de ella? Quizá la pobre nunca hubiera enloquecido. Y entonces él...

Suspiró profundo, bajó el lápiz y continuó repasando su columna de números.

© Malena Teigeiro

sábado, 11 de octubre de 2025

Horchata de Chufa

 





¿Qué es la chufa?

La especie Cyperus esculentus, llamada comúnmente juncia avellanada, es una planta herbácea que produce el tubérculo comestible conocido como chufa. Se sabe que tiene una historia de cultivo de al menos cuatro mil años, ya que se encontraron restos en vasijas del Antiguo Egipto. Alcanza unos cincuenta centímetros de alto, requiere suelos arenosos y clima templado. Fue introducida en España por los árabes.

 

¿Qué es la horchata?

Es una bebida natural elaborada con chufas, agua y azúcar. Refrescante, sabrosa y nutritiva. Sólo dura entre 3 o cuatro días en el frigorífico. Sus propiedades nutritivas son extensas, saludables para el corazón: reduce el colesterol malo y aumenta el bueno, contiene Fósforo, Magnesio, Hierro, Cobre, Calcio y vitaminas B1, C y E.  Por lo visto, es muy recomendable para embarazadas, niños y personas mayores. Es bebida típica de Valencia.  

 Y tiene historia. Se dice que su nombre se inspira en una leyenda de la Reconquista, cuando una aldeana ofreció la bebida al rey de la corona de Aragón, Jaime I. Le gustó y preguntó a la chica de que se trataba, la cual respondió:

—Llet de Xufa (leche de Chufa)

Y el rey exclamó:

—No, no es llet, es or, xata.

De ahí, horchata.

Hay muchos tipos de horchata: de ajonjolí, de almendra, de arroz, de coco… En Cuba se tomaba la de almendras. A mi madre le encantaba.

En Madrid hay un kiosco, en la calle Narváez, nº 8. ¿lo conoce? Desde 1944, la familia Guilabert, oriundos de ese precioso pueblo alicantino llamado Crevillente, ofrece la exquisita horchata de chufa, el refrescante limón granizado y la rica agua de cebada.

 


jueves, 9 de octubre de 2025

La cocina a mi alcance: Falafel

 



Es una de las recetas con legumbres más populares de la gastronomía árabe. Dependiendo del lugar al falafel se le da la forma de croqueta, pequeña hamburguesa, bola o el toque personal del chef.

Su origen es incierto, tiene siglos de historia, se dice que data de la época bíblica. Algunos creen que viene de la India, pero no hay datos que lo confirmen. La variante egipcia emplea habas, mientras que la palestina emplea solo garbanzos.

Lo que hace diferente al falafel de otras albóndigas, es que los garbanzos o habas no se cuecen.

Mi amiga Fátima aconseja que al darle las formas debemos tener las manos mojadas, para que no se nos pegue la masa. Se hacen pequeñas bolas como las de ping-pong o bien algo achatadas para meterlas luego en pan de pita y comerlas a modo de bocadillo.

En cambio, Amira las hace tipo hamburguesas y las sirve con salsa de yogur o con hummus que es la crema de garbanzos o con tahina que es la pasta de ajonjolí.

El ajonjolí o sésamo son dos nombres diferentes para referirse a la misma semilla. Son ricas en óleos por lo que es un alimento sumamente nutritivo y saludable. Se emplean para el pan de las hamburguesas.

 Ingredientes:

  

·         300 gramos de garbanzos

·         2 cebollas

·         2 cucharadas de perejil fresco

·         1 cucharada de cilantro fresco

·         2 dientes de ajo

·         1 cucharada de comino molido

·         1 taza pan rallado

·         1 cucharada de bicarbonato

·         1 cucharadita de sal

·         1 pizca de pimienta negra

·         Aceite de oliva suave

 

Preparación:


Después de dejar en remojo los garbanzos 24 horas antes, los escurrimos y los dejamos sobre un papel absorbente.

Hay que triturarlos «sin cocer» junto con las cebollas, los ajos, el perejil, el cilantro fresco y una taza de agua. Mezcle hasta conseguir una textura espesa. Añadir la sal, el comino molido, la pimienta negra, el bicarbonato y mezclar un poco. Lo tapamos con un paño limpio y dejamos reposar la mezcla durante 30 minutos.

Si nos queda demasiado húmeda por lo que le es difícil formar bolitas, se puede añadir un poco de pan rallado, harina de trigo o mucho mejor, harina de garbanzo.

Esta masa se puede congelar para freírla en otra ocasión. Al igual que con las croquetas se fríe directamente sacadas del congelador.

Y si estamos deseando hincarles el diente, freírlas en abundante aceite a fuego medio hasta que se pongan dorados. Servir caliente.

 


¡Delicioso!


martes, 7 de octubre de 2025

Amantes de mis cuentos: Historias de la niñez. El tendero

 


 

En el colmado del tío Genaro había todo lo que un niño podría desear. Y mi amigo Manolito era uno de esos niños. La mercancía estaba tan abigarrada que nadie, ni siquiera él, podría saber a ciencia cierta, lo que, en verdad, quería.

Al ir para el colegio, cada mañana, allí se paraba, tras dar los buenos días preguntaba al anciano vendedor lo que podía comprar con un centavo. Era su paga del mes y tenía que administrarla.

El tío Genaro ni siquiera se molestaba en contestar. Sacaba tres patatas, tres zanahorias, tres cebollas y lo ponía en la esquina derecha del mostrador.

—Elige.

A Manolito se le iban los ojos para la carne, los tomates, el aguacate.

—Lo pensaré —contestaba.

Así desde el día primero de mes hasta el día treinta o treinta y uno Manolito miraba, remiraba, manoseaba, hasta que por fin decidía qué comprar. Para no engañar, pensaba Genaro, en febrero la decisión la tomaba el veintiocho o veintinueve, si era bisiesto. Y le cobraba el centavo.

Pero, lo bonito, lo que esperaba con ansia aquel niño esmirriado era que una, dos o tres veces a la semana, por sorpresa, aquel hombre con mirada tenebrosa y encías medio deshabitadas dejaba caer un trozo de pan, dos lascas de chorizo y un plátano: Si lo quieres, ahí lo tienes. Regalo de la casa. Y Manolito arramplaba con todo, le daba las gracias cientos de veces, su madre le decía que tenía que ser educado y se iba corriendo al colegio. Aquel día, merendaba.

 

© Marieta Alonso Más

 

    

domingo, 5 de octubre de 2025

Sol Cerrato Rubio: Una decisión difícil

 


Regreso una y otra vez a ese lugar

donde fui infinitamente feliz.


Allí está mi abuela

preparando exquisitas rosquillas

en el fogón de la cocina.


Mi abuelo contando historias de vida,

mi madre recitando aquel romance

que tanto me gustaba

y nunca me cansaba de escuchar.


-Grandes guerras se publican en la tierra y en el mar

y al conde Flores le nombran capitán general.

Lloraba la condesita, no cesaba de llorar,

acaban de ser casados y se tienen que apartar-.


Mirando a través de los ventanales,

se ilumina el escenario de mi niñez.

Al calor de un brasero con sus ascuas encendidas,

me meriendo el sábado entre juegos y abrazos delicados.


-¿Cuántos días? ¿Cuántas noches piensas estar por allí?

-Deja condesa los meses por años debes contar,

si a los tres años no he vuelto, viuda te puedes llamar.


Elijo la felicidad de esos días, de esos momentos

que me han hecho más fuerte.


También elijo la monotonía de estas horas grises,

y ocupo ese lugar donde volvamos a encontrarnos.



Algo quedo pendiente...

Un café en el bar de la esquina,

una conversación en la copa de vino,

una sonrisa en el botón de tu camisa.

.

Una aclaración en la diadema de tu sinrazón.


La felicidad siempre es una decisión difícil.

* Romance de la Condesita





Sol Cerrato Rubio