jueves, 1 de diciembre de 2016

Amantes de mis cuentos: Mi vida en la selva





A mi casa en la selva la cubre un tejado de hojas verdes y los árboles son las columnas. Aquí vivo con mi papá, mi mamá, mis abuelos, mis hermanos. Me gustan mucho los animales. A unos los veo de lejos y con otros convivo.

Hay que estar muy atento, no te puedes recostar al tronco de un árbol así como así, porque te puedes encontrar que lo que parece la corteza es una serpiente. No me gustan los reptiles. Envuelven a nuestras gallinas y conejos y glu, glu, se los tragan. A la que más miedo le tengo es a la cobra que escupe porque pueden lanzar su veneno desde lejos, casi tres metros, me dijo mi abuelo. Si te cae en la piel no pasa nada, siempre y cuando no tengas una herida abierta. Pero estos bichos sin patas y cuerpo alargado son tan listos que apuntan a los ojos y te quedas ciego por menos de nada. Lamento decir que tienen una puntería mejor que la de mi papá. No todas son venenosas, mi abuelo me enseñó las boas y los pitones que no tienen veneno pero si te pillan te dejan hecho un trapo.

A mí me gustaría tener un elefante. Mi abuelo me recomendó que no lo pidiera que a veces los deseos se cumplen y me aconsejó no acercarme a ellos, que si te ponen una pata encima te dejan incrustado en tierra. Un día vi a una manada que cruzaba un claro de mi selva y, uno con la trompa levantada olfateaba el aire y movía las orejas como si fueran abanicos. Yo me reía y de reojo me miró. Se fue acercando poco a poco, coloqué mi pie desnudo en el extremo de su trompa y me llevó hasta su grupa. Allí estuve un buen rato cuando quise bajar me deslicé por la trompa. También quise aprovechar sus pisadas pero la distancia de una a otra no la podían salvar mis cortas piernas, ni siquiera las de mi papá que es alto y fuerte como nadie. Los elefantes adultos no tienen enemigos y lo mismo se mueven con gran estrépito que con el mayor sigilo. ¡Oh, oh! Cesaron los crujidos. Me voy con mi abuelo.

A mí me gustan las cebras lo que daría por ser como ellas y tener esas rayas blancas y negras en mi cuerpo. Viven en grupos y duermen de pie durante el día aunque algunas se tumban en la noche. Mi abuelo que es muy viejo y sabe mucho, hasta ha ido más allá del horizonte, me dijo que cuando reposan se ponen una junto a otra con la cabeza de cada una hacia el lado contrario, son muy sabias, así aprovechan para con las colas espantar las moscas de las caras y ver mucho más, no sea que los depredadores las pillen por el trasero.

Escuché el chirrido del grillo, la molienda de la caña. ¡Vaya! ya viene mi mamá a despertarme. Me pilla siempre en lo mejor de mis sueños.




© Marieta Alonso Más

10 comentarios:

  1. Me gusta mucho excepto el final. El recurso de que era un sueño lo he leído docenas de veces. Y tu imaginación es capaz de más originalidad. Igual que en el taller aprendimos "expresiones prohibidas", ja ja ja, yo tengo "desaconsejado" a mis alumnos este tipo de final por la cantidad de veces que recurren a él. Como siempre, con todo mi amor y mi respeto.
    Un beso, corazón.

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  2. Muchas gracias chiquilla por tus consejos. Siempre se aprende algo más. Besos.

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  3. Pues como siempre, me ha gustado mucho.

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  4. Muchas gracias Carolina por ser tan fiel lectora. Besos

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  5. MUY HERMOSO ESTE CUENTO
    ME AYUDO MUCHO EN MY TAREA

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    1. Me alegra que te haya servido de ayuda. Con cariño desde Madrid

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