sábado, 17 de diciembre de 2016

Paula de Vera García: Skyline



 
Panorámica de Madrid

Lo recuerdo como si fuese ayer. Terminaba de trabajar y subía a mi habitación, situada en un apartamento cerca del hospital. Y, sin quererlo, me paraba en las escaleras un segundo. Allí, en medio del campo, entre establos y campos sembrados, miraba a lo lejos y lo veía. Cuatro torres, erguidas orgullosas entre una bruma de luces, como marcando la puerta hacia un destino incierto. Por supuesto, si la vista se deslizaba hacia la izquierda, las luces proseguían hasta perderse tras el horizonte.


Los skyline siempre me traen recuerdos. ¿De qué? No lo sé. Diréis: pero, venga, ¿qué te hacen sentir? ¿Queréis saberlo? ¿Cómo explicarlo? ¿Cómo describir lo que me hace sentir ese momento en que viajo de noche y veo una hilera de luces a lo lejos? No importa si es por tierra, por mar o por aire. Las luces de los edificios en penumbra, como diminutas luciérnagas celosas de sus secretos, llaman mi atención como si mi cuerpo no fuese humano sino culicoide, atraído irremediablemente hacia la luz.


¿No os habéis preguntado nunca qué sucede al otro lado? No, no me interpretéis mal. No es una cuestión de deseo de cotilleo morboso, por supuesto que no. Es simplemente… Curiosidad. Apellidadla literaria, si os place más. ¿Qué historias hay detrás de esos respaldos de sofá que ocultan los miradores de los salones? ¿Qué ilumina esa lámpara del techo con tres bombillas de tenues reflejos amarillentos?

A veces, lo reconozco, algunas de esas luces me transportan al pasado. A una época en la que yo caminaba por la calle junto a mis padres y mis únicos destinos eran los juegos, las risas, los amigos y las aventuras infinitas. Puede ser en el mismo barrio que mis pies infantiles recorrieron mil veces en su día o en otro lugar remoto del país o del mundo. Mirar a lo lejos y ver las luces de la ciudad, el conjunto de edificios casi dormidos alrededor de miles, millones de vidas anónimas y diferentes, es magia. Sí señores, porque la magia existe, ¿quién dice que no? Está en cada uno de nosotros, en cada acera, en cada portal y, sobre todo, en cada luz que se enciende para iluminar un nuevo instante de vida humana.


Por ello, mi mirada seguirá siempre prendida del horizonte, de un más allá. De ese momento en que, por fin, tenga mi propio hueco y mi propia luz alumbrando el camino que quiero recorrer a partir de ahora.


La pregunta es, ¿me acompañas?



© Paula de Vera García

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