Pablo de Valladolid Diego Velázqiez (1632-1637) Museo del Prado, Madrid |
Leo en un periódico: “Cada
vez más políticos bufones se asientan en el Parlamento…” La frase me parece
algo desmesurada pero sí que, como las “meigas, haberlos, haylos” los conocemos
y los vemos, pero ¿tantos?
Lo realmente curioso es
que, no sé por qué, esto hace que me apetezca ir al Museo del Prado a
contemplar los bufones pintados por Velázquez, artista culto y sensible que se
interesó por aquellos peculiares hombres, llamados “de placer”, porque con sus
variopintas habilidades, juegos de cartas, contar largas y divertidas
historias, piruetas; complacían y alegraban los ocios cortesanos.
Su presencia, de antigua
tradición medieval, tenía, no me atrevo a decir, gozaba, de un paradójico
“status” social, pues si bien apenas se les consideraba como algo más que
“cosas” pertenecientes a sus dueños, como un mueble o cualquier objeto, era un
puesto ardientemente deseado, algo fácil de entender porque su condición de
“seres defectuosos físicos o mentales”, terrible definición, avergonzaba a sus
familiares que los ocultaban y escondían para evitar crueles burlas,
persecuciones y hasta muerte, mientras que el cargo de “bufón real o
cortesano”, conllevaba casa y comida segura, dos trajes al año y un pequeño
sueldo vitalicio, una serie de privilegios que, no sé, quizá compensara su
mínima consideración humana.
Los magníficos retratos de
Velázquez, que acreditan su honrada personalidad sensible y caballeresca, es
que, a diferencia de otros artistas europeos como Moro o Vernés, burlescos y
despiadados, opone un hondo humanismo y delicadeza ante la deformidad, absoluto respeto sin el menor asomo de burla
o desprecio. El propio pintor dijo: “lo feo o lo desagradable puede convertirse
en hermoso si no se olvida nunca su papel humano”.
Ante el retrato de Pablo de
Valladolid, de asombrosa modernidad en el siglo XVII, sin ninguna referencia
espacial, solo su cuerpo, postura de las piernas, mano extendida y mirada, hace
que “se salga” materialmente del cuadro, está tan magistralmente plasmado que
cuando en 1865, Manet viene a Madrid para “estudiar a Velázquez”, al
contemplarlo exclamó la conocida frase: “Velázquez, pintor de pintores, es
asombroso que con un fondo tan vacío y a la vez tan intenso se pueda mostrar
una figura tan viva”.
¿Tienen algo que ver
aquellos bufones con los de ahora?, No, creo que nada. Pero sí sería estupendo
que alguno de nuestros actuales artistas los retratara con tanta lucidez,
realismo y veracidad, quizá nos haría conocerlos mejor.
© Isabel Martínez Cemillán
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