martes, 18 de abril de 2017

Ricardo Martos Lozano: El ladrillo






¡Hola! 

Me llamo Motorola aunque suelen llamarme «el ladrillo». Fui un pionero en eso que ahora llamáis telefonía móvil. Mi vida estuvo llena de personas ilusionadas que me adoptaban en su vida como si casi fuera un miembro más de la misma. Tenía un aspecto no muy agraciado, un prisma rectangular pintado en color negro y con un asa para poder transportarme de forma fácil. En realidad cuando veo ahora a mis nietos, me siento poca cosa ya que no tenía una gran autonomía ni pantalla táctil ni poseía el enorme y complejo cerebro de ellos, más bien era un transmisor/receptor de los muchos que había.

Sin embargo, inauguré la posibilidad para los seres humanos de comunicarse con plena libertad y con la seguridad de no ser escuchados por la operadora de turno como solía ocurrir en las comunicaciones de tipo oficial o rural. Pero había un problema, para poder adoptarme, se tenía que pagar la «pequeña» cantidad de medio millón de pesetas, lo cual no era fácil para el poder adquisitivo de muchas personas. A esto había que sumar que la red de repetidores no era muy extensa y aunque trabajaba en modo analógico (en esto si le saco mucha ventaja a mis nietos digitales), la cobertura era pobre en muchos casos. Consideraba que mi vida era placentera y estable, pero pronto comprendí que no iba a ser así. Mis hijos me salieron respondones y en cuanto alcanzaron la adolescencia me dijeron que se iban de casa a vivir con unos teléfonos nuevos que decían ser digitales y que eran mucho mejores y de diseño muy atractivo.

Esto me produjo un gran enojo, adivinaba que mi vida activa estaba pronta a ser llevada a la jubilación, puesto que como es sabido, el avance tecnológico no tiene freno posible. Esta predicción se cumplió cuando mi fabricante decidió aplicar el concepto digital de la misma forma que Ford hizo con los automóviles. Producción masiva a precios muy bajos e intentar quedarse con el mercado mundial.

Mi final fue triste, pues fui llevado junto a otros compañeros al reciclaje y la gente pronto dejó de acordarse de nosotros. No obstante, estoy orgulloso de haber contribuido a que los hombres hayáis tenido la posibilidad de comunicaros y conoceros de una forma rápida y eficaz. Deseo que esta pequeña nota os haga pensar que aunque fui un aparato, mi vida tiene muchas similitudes con vosotros.





© Ricardo Martos Lozano

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