Pereza por Jacques Callot |
Hay una leyenda del Paraguay
que habla de un haragán que de noche dormía y de día se tendía, no se levantaba
ni siquiera para recoger oro que según comentaba era lo más que ambicionaba.
Su mujer e hijos se hartaron de
tanta vagancia y le abandonaron. Él quedó acostado en su cama.
A través de una ventana podía
ver un árbol cubierto de frutos maduros, pero levantarse era demasiado
esfuerzo. Un hombre pasó por allí y el perezoso aprovechó para pedirle que le
hiciera el favor de llevarlo, con catre y todo, bajo la fronda del árbol.
El forastero hizo lo que le
pedía y allí quedó el zángano, mirando hacia el cielo. Abría la boca y el fruto caía
directamente a sus labios.
¡Qué listo soy! Pensaba con
orgullo.
Al ponerse el sol, una
bandada de pajaritos, llegaron al árbol, era su hogar, uno de ellos alivió sus
intestinos y el excremento cayó en la boca del flojo.
Los vecinos se preguntan si
el holgazán tragó la inmundicia o fue capaz de alzar la cabeza para escupirla.
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