Tejados. Techos y más
techos silenciosos hasta donde alcanza la vista. Mi mirada se pierde entre sus
recodos, buscando una sombra que no volverá nunca. No, este no es tu sitio. Lo
son los árboles, las praderas, las flores… y el lugar donde deposité tu cuerpo
cuando todo acabó.
Veinte años. Veinte largos
años. Y, aun así, recién salido de la cárcel, de esa prisión a la que entré
solo porque quería sufrir en mi soledad, te sigo echando en falta cada minuto y
segundo de mi vida.
Te busco. Te busco mirando al
cielo, donde esté la estrella más brillante. Pero no te encuentro. ¿Cómo
hacerlo?
Preciosos recuerdos
compartidos con los muertos. Pétalos de rosa cubriendo el suelo y, de repente,
te veo. Estás ahí, al alcance de la mano, como si tu espíritu jugase al
escondite conmigo. Corro tras de ti, tú huyes, desapareces. ¿Es que no quieres
verme?
Te detienes. Me salvas. La
ira de tu hermano se aplaca. Sonríes. Te alegras de verme. Yo también. Quiero
mantener mi promesa, pero no sé si podré hacerlo.
Tengo que decírtelo:
«Algún día, Elaine, me
llevaré lo que es mío».
Te lo prometo. Te lo juro.
Algún día…
Cuando todo esto acabe.
© Paula de Vera García
[Imagen:«Ban
x Elaine», Pinterest. Inspiración: Seven Deadly Sins (Nanatsu No Taizai)].
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