viernes, 7 de junio de 2019

Juan Ángel Juristo Emigración a Cuba: un palo de ida y vuelta



Juan Ángel Juristo habla de «La huella de los Adioses».


La pobreza de ciertas temáticas en nuestra tradición literaria dice a veces mucho más que centones de persistentes estudios sociológicos e históricos sobre una época determinada. Así el fenómeno de la emigración, con lo importante que fue desde el siglo XIX, el siglo del realismo en las novelas, el siglo de la primacía del periodismo y, por consiguiente, de la incipiente opinión pública, es prácticamente inexistente en nuestra literatura, no el del exilio, formado por capas de clases media y alta con ciertos intereses políticos y financieros y que bien o mal estaban apoyados por ciertos poderes, por precarios que estos fueran. La emigración era pura fuerza de trabajo y los bienpensantes preferían mirar hacia otro lado aun fuera porque ese fenómeno era la proyección más brutal e hiriente de su fracaso como reformadores sociales. Ni siquiera en la literatura en lengua gallega existe una tradición que pueda llamarse digna de ese nombre y hay que esperar a ilustradores y fotógrafos para dar cuenta de ella. Castelao, por ejemplo, tiene algunos dibujos dedicados a ello, aunque nada comparable con la situación del campesinado en su país.
La literatura del XIX español se fija en las nacientes fuerzas progresistas y sí puede hablarse de cierta literatura que incorpora elementos sociales en su haber. Desde luego en la concepción totalizadora de Benito Pérez Galdós, donde las clases populares están descritas con justeza, pero también en algunos representantes de la llamada generación del 98, donde nos puede servir la trilogía barojiana, La busca, Mala hierba y Aurora roja, y, desde luego, en la generación republicana, con Corrales Egea o Carranque de Ríos, por ejemplo, donde se produce un cierto desvío hacia la literatura de denuncia social mediante las nacientes ideologías revolucionarias. Dejémoslo aquí.
Campesinos, obreros, descripción costumbrista de los paisajes populares, sí, pero se pasa por la emigración sobre ascuas. Como si no contara en cierta expresión artística de ribetes serio y de esta manera sufrimos la paradoja de que en la novela socialrrealista de los cincuenta y sesenta del pasado siglo, la emigración, con ser tan importante, apenas es siquiera descrita mientras el cine y la canción abundan en ello.
Y digo todo esto para resaltar la importancia de este libro de Marieta Alonso Más, La huella de los adioses, publicada por Editorum, que es novela dedicada en exclusiva a la emigración a Cuba, en una suerte de palo de ida y vuelta, el libro comienza en España y después de un recorrido intenso por la isla caribeña finaliza muchos años después en el país de origen, que hace del libro una rareza en el panorama literario español, que se sigue mostrando aún hoy reacio a tratar el fenómeno migratorio,  son contadas las novelas (Mario Melini es autor que ha tratado en sus libros la situación de los emigrantes africanos en Madrid) que se inmiscuyen en un fenómeno que tiene una importancia esencial en la sociedad española de hoy día, aun sea porque uno de cada cinco habitantes de Madrid es emigrante.
Marieta Alonso Más (Cuba, 1949) es una autora española nacida en la isla caribeña que ha publicado libros de cuentos, género a la que es afecta: en 2013 publicó ¿Habla usted cubano?, y en 2016, ¿Y por qué?, libros donde la interrogación que conlleva los títulos nos sugiere ya cierta postura de clara raíz didáctica, lo que no es de extrañar en un país que no ha incorporado en su tradición literaria un fenómeno tan arraigado como olvidado en nuestro pasado. La huella de los adioses no es, sin embargo, una novela al uso y está compuesta de cartas, al modo del Choderlos de Laclos de Las amistades peligrosas, de lo que de manera sutil le acerca al género del relato en que la autora es ducha, de reflexiones aparte, como digresiones necesarias que intentan inmiscuir al lector en los orígenes de la emigración, de retratos hermosos, cuidados y llenos de gozosa intimidad de la sociedad cubana de pasado siglo.
No busque aquí el lector panoramas, descripciones de lugares en que demorar el gozo o imaginarse por momentos arcadias a que tan afecta es la clase media de nuestros tiempos, sino que al tratarse del género epistolar, la inmersión en los problemas de los protagonistas del libro determina de forma prolija y con enorme intensidad la estructura del libro, que en este sentido es denso y carente de esos balanceos entre relajación e intensidad sostenida que es propia de la novela aunque bien es cierto que en muchas de estas alocuciones hay cierto abuso de las explicaciones didácticas que restan dramatismo al libro, algo de lo que huye la autora de manera clara, como si tuviera reparos en no cargar las tintas no peligro de demasía.
Con todo es novela plena y sutil, capaz de sugerir por medio de personajes populares en los que media nuestra historia más reciente, lo que acerca al lector de manera muy inteligente a una realidad más próxima de lo que él creía: «Recuerdas a Gabi, Fofó y Miliki que en Cuba tenían su propio circo… pues aquí aparecen en la televisión. Al enterarnos de que estaban en el pueblo nos escapábamos del colegio a la hora del recreo y caminábamos entre las caravanas. Los domadores nos amenazaban con el látigo y salíamos corriendo…»
De esa realidad tan próxima está lleno el libro. Un libro precioso por raro.

© Juan Ángel Juristo
Blog cuartopoder
09.09.2018



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