domingo, 1 de noviembre de 2020

Amantes de mis cuentos: Plaza de mis amores



Me llamo María Luisa y llevo cuarenta años ejerciendo mi profesión: kiosquera. Conozco a todos los vecinos del barrio. Y al turista que se atreve a preguntarme una dirección lo convierto en amigo, tanto que recibo tarjetas de todos los rincones del mundo. Mi oficio lo heredé de mi padre, así como la garita desde donde observo todo lo que pasa a mi alrededor. Temo la llegada de la jubilación. ¿Qué será de mí?

Hoy he tenido una genial idea para cuando llegue ese momento: Iré todos los días a la plaza y me sentaré en el banco al lado del kiosco, enfrente de Eutiquio. Todos los días viene con una telera de pan dentro de una bolsa y da de comer a sus queridas palomas. Y discute con Casilda para que se vaya a otro banco, que no moleste, que a quién se le ocurre llevar una escudilla con leche para los gatos. ¿Es que no ve que espantan a las palomas?

Saludaré a don Eusebio que cada día me compra el periódico y no se deja línea por leer. Y a Manuela, mi querida barrendera, a ver si por fin toma la decisión de abandonar al borracho de su marido.

¡Maldita mosca que no para de posarse en mi nariz! Lástima de no tener un matamoscas a mano. Se iba a enterar.

También estaré atenta a los imprevistos. Como la vez aquella, una tarde realmente calurosa de agosto, ‒el termómetro de la parada de autobuses marcaba 50ºC a la sombra‒, en que una pareja de sordos ‒debían serlo por lo alto que hablaban‒ se declaraban su amor. Cuando se pusieron de acuerdo en que cada uno quería más que el otro, a él se le ocurrió pedirle un beso y ella que no. Él que sí. Ella con la cabeza reiteraba su negativa y él afirmaba con la suya. Todos mirábamos atentos a ver qué iba a pasar y cuando ¡por fin!, se dieron un beso, que casi se desmayan por la falta de aire, y ella le dejó que tocara por aquí y por allá, la plaza entera aplaudió.

‒María Luisa, ¿de qué se ríe? Si solo le he pedido una botella de agua.

Era el pequeño de la señora Rocío que lo único que ha hecho en su vida ha sido criar hijos y ahora nietos.

‒Perdona, quillo. Estaba soñando despierta.



© Marieta Alonso Más

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