lunes, 1 de febrero de 2021

Amantes de mis cuentos: La búsqueda

 



Mi marido acababa de dar portazo a quince años de matrimonio. Me quiso convencer de que sentía dudas, necesitaba espacio, todo era culpa mía. Lo que experimenté en aquel momento es difícil de describir. Comencé a recorrer toda la casa y entre vuelta y vuelta me acerqué al ventanal para verle por última vez. Vi a una rubia platino consolándole a base de besos. Luego se fueron en un coche. Maldito macho cabrío.

No podía apartarme de la cristalera, ni dejar de mirar la calle desierta. La única nota de color la daba un cartel con un gato de espaldas y el mar de frente. Emanaba soledad. Reconocí el lugar.

He de superar esto, me decía, pero solo era capaz de pensar que la venganza era hermosa. Debería morirse.  Era la frase que me rondaba la cabeza. No eres agresiva, tranquilízate, verbalizaba mi otro yo.

Volví a mirar el cartel y decidí marchar hacia aquel barrio de pescadores, aquel suburbio que hacía gala de su carácter arrabalero en busca de aquel gato.

La tarde la pasé dando un paso detrás de otro por la fría arena envuelta en mis lúgubres pensamientos. Vive y deja vivir, decía mi madre. Pero ella nunca se vio en mi circunstancia. A ratos recordaba a lo que había ido allí y miraba alrededor. Nada. Y volvía el dolor. ¿Por qué? ¿Qué he hecho yo para merecer esto?

Me acerqué a un viejo pescador, remendaba su red recostado a una barca que oscilaba bocabajo sobre una piedra. A su lado un cubo de agua encerraba los peces capturados.

‒¿Qué tal se ha dado el día?

‒Mejor que ayer ‒y siguió faenando.

‒He visto un cartel…

Sin decir palabra empujó hacia la arena la popa para que la proa se alzase y allí estaba el más hermoso gato, el del anuncio. Me miró, le sonreí, y ronroneando saltó a mis brazos.

‒No tiene dueño. Viene a mí para que le dé de comer. Lléveselo si quiere.

Le miré a los ojos buscando su aprobación y reflejado en ellos estaba Simba, mi rey león que muy tenue me cantaba Hakuna Matata.

Y en aquel instante supe que no debía preocuparme ante las adversidades de la vida.

 

© Marieta Alonso Más

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