domingo, 31 de enero de 2021

Gente creativa: La curiosidad

 


Alexander Fleming ese gran bacteriólogo escocés decía que él no descubrió ese hongo, penicillium notatum, salvador de tantas vidas, sino que se «tropezó con él».

Mi padre que nació en 1903, creía firmemente que sus hijos y nietos habían sido unos privilegiados, que el ser humano sujeto a los vaivenes del azar, respiró algo más tranquilo después del descubrimiento de ese moho convertido en medicamento. Un buen amigo suyo de la infancia,  por una simple herida, un rasguño insignificante que se infectó, murió con diez años. En aquel entonces no había antibióticos. 

Admiro profundamente a esos bichos raros capaces de hacer tan grandes descubrimientos, tan inteligentes que logran atrapar esos secretos que la naturaleza brinda y que se llegan a conocer con la observación y el estudio.

La curiosidad humana es algo que se debería fomentar en casa, en los colegios, en la calle. Hay remedios muy eficaces, como los de la abuela, que no tienen un padre o una madre famosos, y que solo con una gran capacidad de observación se han desvelado.

Me viene a la mente la película «Los santos inocentes» y recuerdo la escena en que Paco Rabal se lavaba las manos con orina. Y me pregunto quién descubriría la relación entre sanar la dureza de los pies y manos con la urea, y no solo lo descubrió, sino que también lo compartió para que otros lo convirtieran en esas cremas hoy tan de moda.



Hay cosas que después de saberlas parecen obvias como el fuego tras la caída de un rayo. Pero inteligente tuvo que ser quien descubrió el misterio de las aceitunas, porque al natural son repugnantes, y tratadas hay que ver lo ricas que son y el aceite que nos dan. También me pregunto qué grado de observación tendría aquel que comprobó cómo el barro se endurecía con el fuego, lo que dio lugar a la industria alfarera. Y no es moco de pavo el que dedujo que esa hierba, erecta, de aspecto frágil y flores de pétalos azul claro, el valioso lino, podía acabar siendo un tejido.

Hay tantas cosas que hoy parecen simples por sabidas, pero que tienen tanto intríngulis como el querer y poder viajar a la luna en un cohete espacial para fisgonear lo que pueda haber en ese bonito satélite.

Nunca hay que dejar de mirar nuestro entorno. A saber, dónde nos podría llevar el curioseo.

 

 

 


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