viernes, 30 de abril de 2021
jueves, 29 de abril de 2021
Día de la Madre
Sabéis lo que me gusta leer.
Os facilito los títulos y dónde podéis comprarlo
Os espero a comer el domingo con mi regalo
Cristina Vázquez: El perdón
Se sentó igual que un fardo pesado que se dejara caer con descuido y la humanidad imponente de Francisco tembló como una medusa.
—Piedad, don Rogelio, piedad —gurgutó mirando al suelo.
Los dos hombres estaban en las mecedoras del porche en la hacienda Santísima Trinidad, bajo un frondoso emparrado en el que se divertían las avispas con un zumbido que atenuaba los suspiros del doliente hombre.
—Soy culpable y nada me podrá consolar de esta pérdida.
La persona a la que se dirigía era el cura del pueblo, distante a media hora de camino y que el sacerdote había recorrido con la sotana recogida a la cintura, el sombrero de paja calado hasta las cejas y el andar de apresurada obediencia. Le debía su sacerdocio al señor Francisco, así como el tejado nuevo de la iglesia y el sostenimiento del hospicio. Achinado y de tez cobriza le costó mucho que le tomaran en serio y le dejaran de llamar el indio Rogelio.
Al encontrar al gran hombre dueño de las tierras y casi de las vidas de todo lo que podía alcanzar la vista, en ese estado de lamentación, de sincero abatimiento, se descompuso. Era más fuerte el recuerdo de sumisión que el poder espiritual que ahora tenía sobre él. Le pedía perdón por su pecado mientras le invitaba a que bebiera de la limonada que les dejó una triste joven sobre la mesa. Ella es la hermana gemela, reconoció el señor en cuanto desapareció la mujer igual que una sombra casi irreal.
—Ya sabe —por primera vez le miró a los ojos—, esta gente nunca llora.
Y levantó los hombros con la extrañeza de un animal acorralado.
Gracias a la suavidad aprendida en los años de seminario y sacerdocio, le conminó en tono de firme consuelo que descargara su corazón y su culpa, porque el Señor tenía perdón para todos sus hijos. Y dio un largo y tembloroso sorbo a la limonada.
Francisco juntó las poderosas manos sobre su amplia y blanda panza y dijo que la chica y su hermana, la que acababa de ver, habían nacido en esta casa y pisoteó rabioso el suelo con el polvoriento botín.
—Aquí, Rogelio, aquí—resopló pateando.
El cura mantenía impávida su oblicua mirada y una sonrisa de aliento un tanto forzada animando al hombre a seguir. Pero había cosas que él no estaba dispuesto a permitir. Bajó las desoladas manos a los lados de la mecedora y con la cara alzada hacía el cielo gimoteó, como princesas había criado a las mestizas, y al final, una de ellas le traicionó como una cualquiera. Se produjo un momento de silencio en el que el zumbido de las avispas y algún ruido sordo en la casa era lo único que se oía.
—Continué, por favor —dijo don Rogelio suavemente.
—Se fue con un mal hombre —contestó con gravedad—. Yo les perseguí para traerla de vuelta a su casa, a su padre —se golpeó el pecho.
Se tapó la cara con las manos sollozando. Cuando fui a la cabaña donde estaba refugiada con el cochambroso ese al que iba a matar…
— Me encontré a la niña colgada —confesó en un lamento—. Y al maldito arrodillado ante ella.
Al destaparse la cara su expresión se había vuelto cruel como la de una esfinge impía.
—Lo atravesé sin piedad y cayó como un saco huero.
Una mueca de repugnancia atravesó su cuarteado rostro y a continuación, en un tono lastimero, luego la trajo a esta casa y ahí reposa, dijo señalando un lugar impreciso. El temblor de sus hombros hizo estremecer la mecedora y por lo bajo baboseba, mis niñas, eran mis niñas preciosas, dos gemelas que fueron el regalo de su vida, cuando llevaban flores a la Virgen, cuando le obedecían como dulces perrillos.
Se irguió, y con los ojos enrojecidos y la papada temblorosa le exigió que enterrara a su hija en sagrado, curita, en sagrado. Le prometía un ala nueva en el hospicio y con voz trémula le ordenó.
—Ahora, dame la bendición padre Rogelio.
Y agachó la cabeza.
miércoles, 28 de abril de 2021
Caleti Marco: Ensueño
Salí al
exterior de la cabaña con mi taza de café en la mano. ¡Bello lugar! Llevábamos
diez años allí, bueno… yo sí, mi mujer faltaba de mi lado desde los últimos
cinco. No obstante, era… como si ella no se hubiese ido.
Recordé el
día que descubrimos la casa sobre aquel pequeño promontorio a modo de
acantilado sobre el mar. La ilusión de nuestra vida: retirarnos a un lugar como
aquel, y… así lo hicimos. Amábamos las mismas cosas. Teníamos por costumbre
compartirlo todo, como nuestro amor por la lectura. Al atardecer solíamos leer
juntos textos, relatos, o poemas de nuestros escritores preferidos.
A sus ochenta
y tres años Roberto se mantenía fuerte y con buena salud. Cojeaba ligeramente
de la pierna derecha, por una caída, que lo obligaba a llevar bastón. Hoy es un
día muy especial, se hubieran cumplido cincuenta años juntos… ¡Cuánto te echo
de menos!, pensó. Después de fallecer su esposa decidió empezar un diario. La
sentía tan cerca… así le haría partícipe de todo.
Se vistió con
esmero y salió dispuesto a dar su paseo matinal por la playa. Se abrigó bien,
calzó sus botas y por último su gorra negra. El viento soplaba con fuerza
levantado salpicaduras de agua y arena a su paso. Sin embargo, continuó
procurando no acercarse demasiado a la orilla por temor a mojarse. De pronto le
pareció oír unos gritos en el extremo norte de la playa, agudizó el oído y fijó
la mirada; de primeras no vio nada. Permaneció atento hasta que por fin
identificó a alguien. ¡Parecía un hombre que angustiado intentaba llegar
nadando a la costa! Miró a su alrededor para pedir ayuda; estaba completamente
solo. Él había sido un gran nadador, así que sin dudarlo Roberto se quitó parte
de la ropa y se zambulló en el agua.
Las
corrientes de esa parte de la costa eran peligrosas y lo arrastraban
dificultando su labor. El viento soplaba cada vez más. Un repentino golpe de
mar lo arrojó contra las rocas magullando brutalmente su costado; aun así hizo
un esfuerzo y finalmente consiguió alcanzar al hombre. De nuevo una fuerte ola
los empujó contra el acantilado y … todo se hizo negro.
La habitación
del hospital estaba en penumbra, el sonido intermitente de un monitor rompía el
silencio; un cuerpo yacía inconsciente sobre la cama. Era Roberto, acababa de
ingresar; lo habían encontrado inconsciente a la orilla del mar. Su único hijo
acudió rápidamente a su lado. No sabiendo el tiempo que su padre permanecería
en ese estado, decidió incorporar a su estancia algunos de los objetos más
queridos para él. Entre otros dejó sobre la mesilla de noche el diario que tan
celosamente cuidaba y mimaba. Anotaciones sobre horas antes de ocurrir el
accidente estaban allí, a partir de ahí páginas y más páginas en blanco sin
completar.
Se cumplía un
año del suceso y Roberto continuaba en el mismo estado. Por ser una fecha
tan señalada su hijo no quiso faltar, así que fue a visitarlo. Al entrar en la
habitación del hospital observó abierto el diario que él había dejado un año
atrás a su padre. Cuál no sería su sorpresa al ver que a continuación de la última
página que él vio redactada un año antes, aparecían páginas escritas. Leyó
algunas frases saltando de una a otra línea y la sorpresa era cada vez mayor.
Entre otras cosas, relataba con detalle lo ocurrido aquel día en la playa; pero
sin pena, con regocijo, feliz siempre; además parecía como si alguien hubiese
permanecido día y noche con él desde entonces. Por un instante el hijo pensó
que lo habría escrito su padre en algún momento de lucidez, pero... es que ¡no
había despertado del coma en todo el tiempo!
Sorprendido
se preguntó quién se habría atrevido a hacerlo; pero no pudo averiguar nada.
Dolido se sentó a su lado, tomó la mano de su padre entre las suyas y lloró
amargamente. De pronto el diario cayó al suelo. El muchacho se levantó a
recogerlo, lo abrió y fijó su atención en la última página, la cual
sorprendentemente con movimientos lentos y algo bruscos se iba llenando de
letras que formaban palabras; las lágrimas no le dejaban ver con claridad; se
restregó los ojos con el dorso de la mano para seguir mejor la escritura que
iba apareciendo sobre el papel en blanco. Se completó una frase que le heló el
corazón; jubiloso, sin poder contener el llanto leyó:
“Hijo, soy yo tu madre, no me he separado de él ni un
momento… hemos escrito nuestras cosas los dos juntos durante todo este tiempo”.
© Caleti Marco
martes, 27 de abril de 2021
Brújulas y Espirales: Santiago Casanova, Cuentos del valle de Lemos
CUENTOS DEL VALLE DE LEMOS
lunes, 26 de abril de 2021
Emelina López: Casta Diva
Ópera: Norma
Aria: Casta Diva
Autor de la música: Vincenzo
Bellini
Soprano: Emelina López
Es una
tragedia lírica en dos actos con música de Vincenzo Bellini y libreto en
italiano de Felice Romani, estrenada en la Scala de Milán el 26 de diciembre de
1831. Se considera un ejemplo de la mayor altura de la tradición belcantista.
Casta Diva fue una de las
arias más conocidas en el siglo XIX y continúa siendo una de las más populares
del repertorio lírico. Se desarrolla en la Galia, siglo I a.C. durante la
ocupación romana. Gira en torno al amor que siente la sacerdotisa Norma por
Polión, procónsul romano, del que ha tenido dos hijos. Él ama a otra
mujer, Adalgisa, también sacerdotisa.
Pinchad en el link
https://www.youtube.com/watch?v=GnNDFRaEqaw
Disfrutad
domingo, 25 de abril de 2021
Lugares de peregrinación: Monte Athos (Grecia)
Se trata de un promontorio de
2033 metros de altura, con 50 kilómetros de longitud por 10 kilómetros en su
parte más ancha. A causa de su aislamiento geográfico es un lugar idóneo para
la meditación y la vida retirada. Según la mitología griega estos parajes
fueron escenario del enfrentamiento entre Poseidón y el gigante Athos.
Se sabe que la comunidad
monástica se fundó en el año 963 bajo la Regla de San Basilio. En el año 972 se
concede a la Montaña Sagrada un estatuto de autonomía que aún conserva.
Constantino Monómaco en el siglo XI prohíbe el acceso a estos parajes a toda
mujer o animal hembra, eunuco o rostro barbilampiño, regla que aún se cumple a
rajatabla. Los monjes ortodoxos descansan en humildes celdas monacales
compuestas de un camastro, una silla, un quinqué y las paredes desnudas. Su
número hoy asciende a unos dos mil.
Se podría afirmar que el
Monte Athos concentra uno de los mayores tesoros de arte bizantino del mundo. Es
el marco geográfico de veinte monasterios ortodoxos, griegos, rumanos, rusos,
búlgaros, serbios y georgianos, entre los que se encuentran el de San
Panteleimonos con sus inconfundibles cúpulas bulbosas de color verde, el de
Philotheon, de aspecto macizo y severo y el de Zographon, monasterio búlgaro
del siglo X que guarda una biblioteca con más de 8000 volúmenes antiguos y 120
manuscritos. Fue declarado por su riqueza cultural y natural como Patrimonio de
la Humanidad por la Unesco en 1988.
En invierno las cimas se
visten de blanco y el oleaje aumenta su lenguaje, pero en el Monte Athos
persiste el ambiente de paz.
viernes, 23 de abril de 2021
Día Internacional del libro: 23 de abril
MJ Pérez: Una década sin ti
El tiempo pasa volando. Cada vez lo tengo más claro.
Un parpadeo y el hoy se vuelve ayer, el mañana se convierte en presente. Un
guiño y ya han transcurrido diez años desde que nos despedimos. Una década sin
ti. Sin tu calor, sin tu risa, sin tu presencia. Y aunque cada vez lo bueno
pese más, cada año el 23 de abril se me para el tiempo.
Pienso en lo mucho que te echo de menos. A
cada momento. En todo lo que me gustaría contarte. En lo contento que te
pondrías con los cambios que han llegado y los que pronto se producirán. Pienso
en ti cada día y te recuerdo con cariño. Con infinito amor.
Una ternura que disuelve el nudo que a veces
me atenaza el estómago y hace aflorar una sonrisa a mis labios. Porque siempre
hay un bonito recuerdo o una canción que me trae de vuelta a ti.
Te echo de menos. Hoy y siempre.
Feliz Día del Libro, papá.
© M.J. Pérez
jueves, 22 de abril de 2021
Gonzalo Arjona: Un equipaje liviano
Había metido dentro de una bolsa de viaje dos pantalones, una falda, dos camisas, cuatro camisetas, una sudadera, tres pares de medias y dos de calcetines, dos sujetadores y cuatro bragas. En un pequeño neceser un cepillo de dientes, una barra de labios y una sombra de ojos.
Antes de salir por la puerta se puso el abrigo y se vació los bolsillos, dejó sobre la consola del recibidor el teléfono móvil y las llaves de la casa para dejar sitio a lo único que necesitaba, el valor y la esperanza.
Salió a
la noche llevando sólo eso, un equipaje liviano, dejando atrás lo más pesado:
los insultos, el desprecio, el agotamiento, la desgana, la incomprensión, la
culpa y lo más infame, el terror. Todo eso lo había abandonado encima de la
cama, al lado de aquel hombre que dormía satisfecho y al que alguna vez había
amado.
A medio camino entre el infierno y la libertad se detuvo un momento, se había olvidado de algo… el maquillaje, el que utilizaba para cubrir los moratones se lo había dejado encima del lavabo.
—Es igual —se dijo— ya no lo voy a necesitar.
© Gonzalo Arjona
miércoles, 21 de abril de 2021
Benjamin Franklin: El inicio de la tolerancia con los zurdos.
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Palmar y dorsal de la mano izquierda |
He aquí un fragmento:
Me dirijo a todos los amigos de la juventud y les suplico que dirijan su compasiva mirada hacia mi desgraciado sino, a fin de erradicar los prejuicios de que estoy siendo víctima. Hay hermanas gemelas nuestras; y los ojos del hombre ya no parecen, ni son capaces de estar en mejores términos entre sí que mi hermana y yo, si no fuese por la disparidad de nuestros padres, que hacen las más ofensivas distinciones entre nosotras…
Ella tiene profesores que le enseñan a
escribir, a dibujar, música y otras habilidades, pero si por casualidad toco yo
un lápiz, una pluma o una aguja, soy cruelmente reprendida; y más de una vez se
me ha golpeado por ser desgarbada y querer parecer graciosa… dígnense, señores,
a sensibilizar a mis padres de la injusticia de su ternura exclusivista y de la
necesidad de distribuir su atención y afecto entre sus hijas por igual.
(...)
Su Servidora: La mano
izquierda.
Benjamín Franklin, un zurdo.
Un
abrazo a todos los zurdos
Texto íntegro en inglés:
I address myself to all the
friends of youth, and conjure them to direct their compassionate regards to my
unhappy fate, in order to remove the prejudices of which I am the victim.
There are twin sisters of us; and the two eyes of man do not more resemble, nor
are capable of being upon better terms with each other, than my sister and
myself, were it not for the partiality of our parents, who make the most
injurious distinctions between us. From my infancy, I have been led to consider
my sister as a being of a more elevated rank. I was suffered to grow up
without the least instruction, while nothing was spared in her education.
She had masters to teach her writing, drawing, music, and other
accomplishments; but if by chance I touched a pencil, a pen, or a needle, I was
bitterly rebuked; and more than once I have been beaten for being awkward, and
wanting a graceful manner. It is true, my sister associated me with her
upon some occasions; but she always made a point of taking the lead, calling
upon me only from necessity, or to figure by her side.
But conceive not, Sirs, that my complaints are instigated merely by
vanity. No; my uneasiness is occasioned by an object much more
serious. It is the practice in our family, that the whole business of
providing for its subsistence falls upon my sister and myself. If any
indisposition should attack my sister, -- and I mention it in confidence upon
this occasion, that she is subject to the gout, the rheumatism, and cramp,
without making mention of other accidents, -- what would be the fate of our
poor family? Must not the regret of our parents be excessive, at having
placed so great a difference between sisters who are so perfectly equal?
Alas! we must perish from distress; for it would not be in my power even to
scrawl a suppliant petition for relief, having been obliged to employ the hand
of another in transcribing the request which I have now the honour to prefer to
you.
Condescend, Sirs, to make my parents sensible of the injustice of an exclusive
tenderness, and of the necessity of distributing their care and affection among
all their children equally. I am, with a profound respect, Sirs, your
obedient servant, THE LEFT HAND.
martes, 20 de abril de 2021
23 de abril: Día Internacional del Libro
Chaflán de Letras: Cielos de Carbón I
Hoy entrevistamos al autor:
Gonzalo Arjona
quien nos hablará de su libro
Cielos de Carbón I
Pinchad en el link: https://youtu.be/bnmSCHXZjBw
Y disfrutad
Un año en Edimburgo
Con una sensación de peligro el lector encuentra que Elizabeth, una joven de 32 años, es asesinada, en diciembre de 1944, durante la II Guerra Mundial. En el año 2000 Sybilla, una coruñesa con un don excepcional, ahonda en los secretos de la familia McLean.
La novela es algo difícil de clasificar porque es muchas cosas a la vez: thriller con crímenes, traiciones, algo costumbrista y romántica, donde las relaciones familiares están muy presentes, y los secretos escondidos afloran como destellos.
Está estructurada por meses: comienza en diciembre
de 1944 y luego salta a enero de 2000 y termina en diciembre de ese mismo año.
En total son trece meses rebuscando en la vida de los personajes.
Te gustará
¿Por qué?
Porque te tendrá en vilo
lunes, 19 de abril de 2021
Liliana Delucchi: El ramo de flores
Mayte era la preferida de papá. Nunca supe por qué, dado que yo era la mayor y la guapa. Quizás porque mi madre me hacía los mejores vestidos. Igual que a una muñeca me llevaba a todas las meriendas con sus amigas. Es cierto que mi hermana era inteligente, uno de esos cerebritos que traen buenas notas y que por la noche, cuando nuestro padre se retiraba a la biblioteca a fumar y beber una copa, se reunía con él para hablar de historia.
Creo que le daba lástima que su esposa la escondiera como si formara parte del servicio. La pobre, tan desgarbada y tímida no tenía ni uno solo de los rasgos europeos que a mi madre la hacían sentirse tan orgullosa. «Ha heredado la fisonomía india de tu abuela paterna» susurraba. Sin embargo, creo que Maite la debe de haber escuchado alguna vez, porque siempre miraba para abajo, con los párpados caídos, como si no hubiese cielo que contemplar.
El matrimonio de mis progenitores era como muchos de mi país: Hacendado criollo, más moreno que lo habitual, con la nariz chata y gruesa como los primigenios habitantes, que se había enriquecido con sus plantaciones de caucho, busca joven con genética de los colonizadores para que sus vástagos tengan la piel más blanca. La encontró, una joven con buenos modales y mal carácter que supo poner flores en los jarrones y alfombras en el suelo.
No es que el romance no haya durado, es que nunca existió. Al poco tiempo de celebrado el enlace llegó a la ciudad una compañía de teatro y el hacendado se enamoró de la primera actriz. ¿Quién no iba a preferir a una señora que lo llamaba «mi amor» y «mi cielo» a otra que si le dirigía la palabra era para decirle lo basto que era o para pedirle dinero?
Cuando mi madre se enteró ya era tarde, pero se limitó a afirmar que era cosa de mestizos eso de no saber diferenciar entre una señora y una mujer vulgar. Hasta que un día descubrió la habitación de mi padre vacía y la vida de la actriz con un nuevo hombre. Pero eso no fue lo peor, al menos para mí, sino que el cuarto de mi hermana también estaba vacante. No me sirvió que mamá me dijera que podía hacer de él mi salón privado, como tienen las señoritas de bien. Me sentía indignada porque papá se había llevado a mi hermana, dejándome en medio de muebles de caoba y fuentes en el jardín. Pero la vida me tenía reservada una humillación más: Iba de paseo con mis amigas por los jardines de la catedral, cuando me di de bruces con mi padre, su nueva esposa y ¡mi hermana! Como si fuesen una familia feliz, como si aquel a quien tanto quería se hubiese olvidado de mí. El helado que estaba tomando cayó por los suelos y Maite, con una sonrisa, me ofreció el suyo. No lloré. Me puse roja, sentí un calor tremendo que me subía desde los hombros hasta el cuero cabelludo.
Nuestras vidas, la de mi hermana y la mía, fueron por caminos distintos: Yo me casé con un hombre de mi condición y ella se fue a estudiar a Europa sin que el matrimonio formase parte de su vida.
Esta tarde, después de tantos años vamos a encontrarnos en el funeral de papá. Ella ha llegado desde la capital y le he dicho que de las flores me encargo yo, lo que no sabe es que mientras su ramo es pequeño, el mío lo triplica en tamaño, con las preferidas de nuestro padre. Quizás, al finalizar la ceremonia, la invite a un helado.
domingo, 18 de abril de 2021
Entrevista en Radio Milenium 107.7 de FM: Programa Alas de papel
7 de abril de 2021
Maruja Moyano me ha hecho una entrevista radiofónica para hablar de mis relatos, de mis novelas, de mis inquietudes, de cómo comenzó esto de escribir.
Muchas gracias a todos por escucharme, en especial a la Asociación de Escritores de Alicante, por esa bonita labor en favor de la literatura.
Si pincháis en el link podréis escucharme.
Soy la última entrevistada en el minuto 41:20
https://www.ivoox.com/alas-papel-07-abril-de-audios-mp3_rf_68406371_1.html
sábado, 17 de abril de 2021
Paula de Vera García : Viaje a un paraíso: Diario de una voluntaria en Etiopía (Parte I)
23 de julio, 10:04 de la
mañana
Estoy en el aeropuerto Heathrow de Londres. Por megafonía acaban de anunciar
que lo pasajeros de mi vuelo podemos empezar a embarcar. Con un suspiro, me
levanto, extraigo el tirador de mi maleta de ruedas y me cuelgo del hombro una
enorme mochila de exploradora, llena hasta los topes de todo tipo de enseres.
Al alzar el brazo noto una punzada de dolor y me contengo de hacer una mueca de
enfado mientras termino de colocarme el macuto y ajusto las correas.
Instintivamente, me palpo el bíceps izquierdo. Ahí está: sólo es un pequeño
bultito, pero aún molesta de vez en cuando. No obstante merece la pena, pues sé
que con todas las vacunas que me han puesto estaré segura ante posibles
enfermedades. Respiro hondo para relajarme y echo a andar por el aeropuerto en dirección
a la puerta de embarque. Miro el billete una vez más para asegurarme:
“Flight EA 4536 to Addis
Ababa (Ethiopia); Gate C34”
10:30 de la mañana.
Estamos a punto de despegar.
Ya estoy en mi asiento y a mi lado hay un hombre de color con aspecto de
ejecutivo.
«Probablemente regrese a su
país», me digo mentalmente.
Debo admitir que estoy algo
tensa. Hace tres años que espero este momento y aún me cuesta creer que esté
aquí, sentada, lista para dirigirme a Etiopía y conocer a “mi niño”. Qué le voy
a hacer: aunque sólo lo tenga apadrinado, siento algo especial por él; como si
fuera mi hermano o algo parecido. El avión comienza a moverse. Allá vamos.
11:25 de la mañana.
Estoy releyendo las cartas
que me ha mandado mi ahijado. Se llama Abadi Sube Kidane y vive en Shebedino, a
339 km al sur de la capital, con sus padres y su hermano menor. Por suerte
tengo el nombre de todos ellos para preguntar cuando llegue allí. Como Abadi es
muy pequeño y aún no puede escribir −algo que, de todas formas, en muchos
países africanos es común. En Etiopía, concretamente, el analfabetismo está en
un 50,8% en hombres y en un 66,2% en mujeres−, un voluntario de la organización
Internacional “Ayuda en África” me escribe por él. Reprimo un escalofrío. Puede
que pronto yo haga lo mismo que él, puesto que mi pretensión es convertirme en
voluntaria también en ese país. Creo que es lo mínimo que debo −y quiero− hacer
después de haber colaborado con ellos tanto tiempo. Mis ojos recorren
lentamente cada línea:
14 Junio de 2005
Querido padrino,
Abadi Sube, tu niño
apadrinado, te saluda. Él y su familia están muy bien. Él piensa en ti y en tu
familia todo el tiempo. La semana pasada recibió algunos regalos que le
enviaste. Te está muy agradecido. Con él, su familia te está muy agradecida.
Recibió una pizarra y una bayeta, lápices de colores, rotulador, un estuche
sacapuntas, goma, regla y tinta. Teniendo en cuenta la gran contribución de
estos materiales a su futura carrera escolar, los regalos le encantaron. Por
último, espera recibir más noticias tuyas, y te desea lo mejor.
Atentamente,
Salim Teklu (voluntario)
Sin quererlo, siento que
lágrimas de emoción empiezan a rodar por mis mejillas. ¡Resulta tan tierno! En
algunos informes anuales que recibí de Abadi, me decían también que le gusta
construir cosas y cantar. Sonrío al recordar que contaba a todo el mundo que de
mayor quería ser médico. Enjugándome los ojos, cojo la segunda carta, la última
que tengo de él:
31 de marzo de 2006
Querida señora Álvarez Peña,
Abadi le envía muchos
saludos. Él y su familia están muy bien y piensan en usted todo el tiempo. El niño
no va a la escuela, pero quiere aprender. Vive en una zona templada. Aquí se ha
terminado el verano, y ha empezado a llover. Ahora los granjeros cavan sus
tierras. “Ayuda en África” está llevando a cabo varios proyectos aquí. Ahora la
gente se beneficia del centro de salud que se ha construido, también se ha
construido una escuela y pozos de agua para beber. Los niños apadrinados
reciben asistencia sanitaria gratuita. Algunos voluntarios han recibido
formación de matronas, de planificación familiar y de nutrición. Ahora están
cerca para apoyarnos y ayudarnos. Estos trabajos permiten a Ayuda en África
ganar el corazón de los habitantes.
Al final, su niño le dice
“adiós” y “escribe pronto”
Salim Teklu – Voluntario.
Sin quererlo, abrazo la carta
durante un breve instante antes de dejarla de nuevo en el macuto. Pensando
mientras me recuesto en el asiento para dormirme que, sin duda alguna, mañana
será un día memorable…
Relato completo seleccionado
de la convocatoria “Madrid Rumbo al Sur” (2017)
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