Obligarse. Hacer las cosas por compromiso y
perderse uno mismo parece la tónica habitual en nuestra sociedad. No
queremos defraudar a nuestros padres, a nuestra pareja, a nuestra familia e
incluso a nuestros amigos y compañeros de trabajo.
El ser humano es un ser social. Lo venimos
siendo desde que vivíamos en las cavernas. No es ningún secreto que el
sentimiento de pertenencia y la camaradería son inherentes a las personas.
No obstante, ha llegado un punto en el que o hacemos lo que se espera o parece
que no somos válidos para la sociedad.
Ya no me refiero a aquello de lo que todo el
mundo habla: trabajo, casa, boda e hijos. Hablo de las pequeñas cosas del día a
día. Si eres de determinado lugar y no te gustan sus tradiciones eres raro o
soso. Si la moda ese año dicta un color y a ti no te agrada, eres antiguo o
poco atrevido.
Pese a las opciones que tenemos en la vida,
realmente no existe elección como tal. O haces lo que se espera o no vales. Lo que no
deja de parecerme curioso y me empuja a reflexionar. A obligarme. Pero no a
hacer lo que otros quieran. Me obligo a ser yo misma, a dejar que sea mi
verdad la que realmente importe. A luchar por lo que quiero yo y no por lo que
quieren los demás.
¿Y a ti, te obligan, o te obligas?
© M.J. Pérez
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