Tardó
en descubrirlo…
Marcia
se educó a la antigua usanza para ser esposa y madre, y lo fue. No obstante, a
costa de mucho sacrificio, llegó a desempeñar un importante rol profesional
como "mentora". Una mujer emprendedora donde las haya, instruida y
lista para encarar la vida, con ambiciones y algo frustrada —algunas se le
resistieron— pero siempre con la mente abierta. Sin embargo, había permanecido
oculta sin saberlo, entre años de conformismo y de responsabilidad mal
entendida. No la dejaron, como se dice ahora y siempre se dijo, "ser ella
misma". Por supuesto, fue víctima de su propia elección.
Y… ¿qué
es eso de "ser uno mismo"? nos preguntamos muchas veces. Decían que
"para conseguirlo había que ser libre". Y es que la libertad —aquello
que tu persigues y que realmente nunca sabes bien de que se trata —, es más
bien una falacia, un espejismo. Ser
libre es utilizar la libertad para elegir qué hacer en cada momento, incluso
sobre aquello que nunca te hubiese gustado tener que decidir.
Y Marcia
tuvo una certeza, saber cual NO era el camino a seguir; se tomó un respiro e
intuitivamente se dejó llevar. Sin librarse por completo de sus rémoras
sociales, a lo convencional, se aseguró de que todo quedase en buenas manos, su
casa, su esposo del que se había separado, y sus hijos —ya crecidos e
independientes—, a los que adoraba y educó en el amor y la justicia. Para
ellos, sin palabras, hizo doctrina de su talante y de su sentir más genuino.
Marcia
sabía que tenía que dejar las cosas atadas y resueltas, nada tenía que quedar
pendiente antes de poner distancia; nada debería ensombrecer su propósito. La
consigna fue, "vaciar para volver a llenar". Dio un paso adelante; emprendió
un viaje, debilitada por el esfuerzo y lo duro de las últimas decisiones
tomadas, pero firme para no desfallecer antes de empezar.
Recorrió
Europa, parte de Asia, India y Rusia, con su "furgo", ella sola; así
debía ser. Pasó un año explorando el mundo, desempeñó aquí y allá oficios para
mejorar su economía, y retornó cargada de energía y fuerza. Compartió su pan y
sus recursos; experimentó cómo era vivir con lo justo; aprendió a ver lo mísero
de algunos y a saborear lo sublime de otros. Disfrutó y aprendió a apreciar el
valor de las pequeñas cosas de la vida. Habló su espíritu; se reconfortó y
reconfortó a otras almas que como ella necesitaban una dosis de "oxígeno"
que les ayudase a replantear su vida, sin "enojar" abiertamente a su
destino, ni ir en su contra.
Elegir,
¡eso sí que es una suerte! Elegir entre lo que la vida te pone delante; salir a
su encuentro sin miedo, mirar de frente, sin presión, sin convencionalismos,
sin pretender cumplir los deseos de otros. ¡Qué fácil es decirlo, y qué difícil
llevarlo a cabo! se decía para sí.
Ahora
Marcia es otra persona, con sus valores de siempre. ¡Ha ganado una segunda vida
que se abre ante sus ojos!
© Caleti
Marco
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