Hacía rato que había caído la noche
sobre la pequeña taberna y Tristepin de Percedal observaba las estrellas con el
alivio que da sentirse vivo y libre de nuevo. Habían sido unas semanas
complicadas, demasiado para lo que un simple Yopuka aspiraría a vivir en algún
momento de su vida. El guerrero suspiró y oteó los alrededores de la taberna
con desgana desde su posición en la azotea, los brazos cruzados sobre la
baranda exterior. En el horizonte, el mar se extendía tranquilo y brillante,
como si no se hubiese tragado el pedazo de tierra donde ahora dormían muchas de
las pesadillas del joven. Rubilaxia había caído, sus muros derruidos y
sepultados bajo las aguas junto con la gran ambición de Rubilax.
Como si hubiese sido una señal, en
ese instante los ojos castaños del Yopuka descendieron hasta posarse en su,
hasta la fecha, fiel compañero de aventuras. Ácido, directo y sarcástico, a
pesar de todo había sido siempre una criatura en la que Tristepin había querido
confiar. Pero sólo el entrenamiento con su maestro tras ser expulsado del Reino
Sadida, de la forma más vergonzosa posible, le había abierto los ojos a cuál
podía ser la verdadera naturaleza de su tarea como guardián de Favoritus.
一 ¿Dándole mucho al
coco?
Al escuchar su voz, Tristepin casi
dio un brinco en el sitio al tiempo que se giraba e intentaba aparentar
indiferencia.
一 ¿Qué…? ¿Yo…? ¡No, qué
va, ya me conoces! 一disimuló,
componiendo su mejor sonrisa convencida y apoyando sólo un codo en la
barandilla, en actitud despreocupada. Para su mayor agitación interior, Eva
sonrió en ese momento dando a entender que no le creía, pero que iba a dejarlo
estar. Con el pulso a mil por hora, el guerrero se irguió entonces, tragó
saliva y preguntó一. Y
¿tú? ¿Qué haces aquí tan tarde? ¿No deberías estar descansando para el viaje de
mañana?
En la penumbra, Tristepin creyó
detectar un ligerísimo rubor ascendiendo a las mejillas de la salvaje Ocra,
pero no pudo jurarlo ni siquiera cuando ella se pasó el corto cabello rubio por
detrás de las orejas y avanzó un par de pasitos más en su dirección.
一No podía dormir 一reconoció la muchacha, encogiéndose de hombros como si eso lo
explicase todo. Al menos, antes de alzar la barbilla unos centímetros y
encararlo con sus hechizantes ojos verdes, en los que rielaba algo que parecía
preocupación一.
¿Estás bien?
Tristepin trató de aparentar
serenidad, aunque no le salió bien del todo y terminó resoplando, apartando
apenas la vista en el mismo movimiento.
一No lo sé 一admitió, sin mirarla. Eva no se movió del sitio一. La verdad es que… Me siento un poco perdido 一agregó al cabo de unos tensos segundos, alzando el rostro para
encararla a medias, mientras se rascaba la nuca con nerviosismo y media sonrisa
de disculpa一.
Supongo que lo de volver de la muerte y encontrarte encerrado en una espada
volvería loco a cualquiera.
一No puedo ni imaginarme
lo que has sentido 一corroboró
entonces Eva, cruzándose de brazos y acercándose unos pasos más, hasta alcanzar
a su vez la baranda. Una vez allí, se acodó y miró hacia el horizonte mientras
hablaba, como si pensara en voz alta一. Lo cierto es que… Cuando todo sucedió, yo… ¡Nosotros! 一se corrigió con cierta violencia, sin mirarlo一. No sabíamos qué hacer sin ti 一reconoció, momento en que Tristepin estuvo seguro de que se había
ruborizado bajo los cortos mechones rubios. Y creyó que podría lanzarse a
besarla ahí mismo cuando alzó la cabeza y susurró, muy bajito一. Te hemos echado de menos, Pinpán.
El joven casi sonrió ante su
apelativo en la Hermandad, sobre todo al escuchar su emotiva declaración. En
honor a la verdad, su piel hormigueaba de deseo al recordar lo cerca que había
tenido a Evangelyne desde que había llegado para rescatarlo en Rubilaxia, fuese
en forma de espada o ya cuando recuperó su figura humana. Y el tacto de sus
labios al hacerle el boca a boca, pensando que su alma se le escapaba de las
manos nada más resucitar él…
一Yo… me alegro de que
pudieras escucharme, la verdad 一comentó, sin querer dejar traslucir ni un ápice del torrente de
sentimientos corriendo por sus venas en ese instante. Aunque, cuando no pudo
resistirlo más y sus dedos se enlazaron con los de ella sobre la baranda, ella
no se retiró y eso dio al guerrero fuerzas renovadas para abrir su corazón一. No sabía a quién más recurrir y siento haber puesto esa carga sobre
tus hombros, Eva. Sólo quería que supieras que estaba vivo… 一Tragó saliva y agregó, con más timidez一. Por cierto, te sienta muy bien el pelo corto.
Para su alivio, ella solamente se
rio, comedida.
一Gracias 一susurró一.
Tú tampoco estás mal con tu nuevo aspecto, olvidé decírtelo en su día.
El guerrero alzó una ceja intrigada
y a la vez halagada.
一¿En serio? ¿Tú crees?
Como única respuesta, sus miradas
volvieron a encontrarse y Tristepin fue consciente de que estaban a una
distancia muy escasa. Tanto que, por un segundo, temió que ella pudiese hasta
escuchar los latidos de su corazón. Pero su sorpresa fue mayor todavía cuando
ella no se retiró. Al contrario, cuando una mano pasó los cortos mechones de
nuevo tras la oreja puntiaguda y después se depositó en su hombro, el joven
Yopuka pensó que su interior iba a explotar de dicha de un momento a otro.
一Sí 一repuso Eva entonces, casi sobre sus labios一. Creo en ti, Pinpán. Y eso nunca va a cambiar.
El Yopuka tragó saliva. No podía
contenerse más. Si salía mal, que fuese lo que tuviese que ser. Pero, después
de esa declaración, estaba claro que algo entre ellos había cruzado la barrera…
y Tristepin sabía lo que quería que pasara a continuación. Así que, sin darse
más opción a pensar, la besó.
No fue un gesto galante ni perfecto,
por supuesto, dados los nervios y la inexperiencia del joven a la hora de hacer
aquello. Sin embargo, a pesar de la ligerísima rigidez inicial cuando sus
labios se rozaron, consecuencia de la sorpresa, a Tristepin lo agradó más de lo
que admitiría nunca el notar que Eva tardaba apenas dos segundos en echarle los
brazos al cuello y devolverle el beso con algo que parecía ansiedad mal
contenida. Aunque estaba claro que ella tampoco tenía demasiada experiencia en
aquello, cosa que dio ánimos renovados al joven guerrero y diluyó un poco sus
nervios sobre meter la pata en un momento como ese, ninguno de los dos parecía
dispuesto a retroceder una vez llegados a ese punto. Así, ambos adolescentes
permanecieron enlazados durante varios minutos que parecieron detener el tiempo
a su alrededor: sólo abrazando al otro, moviendo sus bocas cada vez con más pericia
y disfrutando sin preocuparse de nada más; sólo con la timidez que da un primer
amor que no sabías hasta ese instante que era totalmente correspondido, por
ambos lados.
Aun así, el hechizo se rompió con
cierta violencia, obligándolos a separarse casi de golpe y con las mejillas
ardiendo, cuando escucharon aquel chillido apenas contenido a escasos metros de
distancia. Y Tristepin confesaba que, si no estuviera tan molesto por la
interrupción, o tan avergonzado porque les hubieran pillado tan pronto, se
hubiese echado a reír a carcajadas ante la escena que se presentó frente a sus
ojos.
Amalia, Ruel y Yugo se encontraban
asomados a la claraboya que hacía de acceso a la azotea, mirándolos con los
ojos como platos. Sus rostros no dejaban lugar a dudas sobre lo que pensaban;
sus mandíbulas desencajadas y, en particular, el dedo extendido de Amalia en su
dirección denotaba la sorpresa mayúscula que se acababan de llevar. Ahora sí,
el tiempo pareció detenerse en la azotea mientras los cinco miembros de la
Hermandad del Tofu no hacían más que mirarse unos a otros con estupor. Al menos
hasta que Amalia dejó escuchar su estridente voz, primero en un tono apenas
audible que fue subiendo de volumen conforme iba hablando:
一Pero… se puede… saber…
¿Qué es esto? 一De
inmediato, salió de la trampilla de un salto y señaló directamente a la Ocra
presente一.
Eva… ¿Cómo puedes haberme ocultado algo así? ¡Soy tu mejor amiga!
一¡Cálmate, Amalia! 一le pidió la aludida, aunque no perdió la avergonzada sonrisa en ningún
momento一.
No es para ponerse así. En realidad, acabáis de pillarnos en el peor momento
posible…
一Vamos, Eva 一terció Ruel, saliendo a su vez一. No puedes decir eso cuando acabamos de pillarte dándote el lote con
el mozo aquí presente.
Acto seguido, le guiñó el ojo de
forma pícara a Tristepin y este sintió las mejillas arder mientras apretaba los
labios, tratando de no reaccionar de mala manera ante la interrupción del mejor
instante de su vida. Por suerte, alguien más intervino en la conversación.
一Amalia, algo me dice
que Pinpán y Eva sólo estaban aprovechando a declararse ahora que todo ha
pasado ¿no es cierto?
Los aludidos cruzaron una mirada
avergonzada, antes de sonreír como dos idiotas y volver a bajar la vista. Ruel,
por su parte, no parecía nada convencido y así lo demostró su siguiente
pregunta.
一Hum. Entonces… ¿No
estabais liados antes de que este de aquí…? 一Ruel se dirigió a Eva, señalando a Tristepin con poco disimulo一. Ya sabes…
La Ocra por su parte sacudió la
cabeza negativamente sin despegar la vista de los tablones del suelo; el Yopuka
por su lado sintió un desagradable nudo en el estómago al recordar el momento
previo a su muerte, las lágrimas de Eva y la rabia que había sentido entre la
paz de la muerte, maldiciendo que los hubiesen separado cuando ella parecía dispuesta
a dar el paso. También por eso había recurrido a ella, en la secreta confianza
de que sus sentimientos fueran los que él creía… Para su buena fortuna, era
así. Pero eso no quitaba un ápice de molestia a la interrupción actual de sus
tres amigos.
Lo que sí diluyó un poco la amargura
fue, a continuación, sentir los dedos de Eva sobre los suyos mientras
enfrentaban al resto de la Hermandad. Pero no hacían falta más palabras para
explicar lo sucedido, ni lo que sentían. Con una sola mirada que cruzaron,
Tristepin estaba seguro de una cosa. A partir de ese instante, fuera como
fuese, Eva estaría a su lado. Mientras los cinco descendían de nuevo hacia sus
habitaciones y Eva y él se despedían con un casto beso en la mejilla, el recién
revivido Tristepin de Percedal sólo podía pensar en que esa sencilla idea lo
convertía en el Yopuka más feliz del mundo de los Doce. Aunque algo de
preocupación se filtró en su mente, mezclada con cierta ironía, cuando escuchó
retumbar la voz de Amalia a través de la fina pared de madera y piedra:
一Eva… ¡Ya estás
cantando todo lo que haya pasado en estos días con Pinpán o te dejo de hablar!
Historia inspirada en Tristepin y Evangelyne, personajes de
la serie “Wakfu”
Imagen: Wallpaper original Wakfu
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