sábado, 17 de diciembre de 2022

Paula de Vera García: Las cartas boca arriba (Tristepin y Eva)

 


Hacía rato que había caído la noche sobre la pequeña taberna y Tristepin de Percedal observaba las estrellas con el alivio que da sentirse vivo y libre de nuevo. Habían sido unas semanas complicadas, demasiado para lo que un simple Yopuka aspiraría a vivir en algún momento de su vida. El guerrero suspiró y oteó los alrededores de la taberna con desgana desde su posición en la azotea, los brazos cruzados sobre la baranda exterior. En el horizonte, el mar se extendía tranquilo y brillante, como si no se hubiese tragado el pedazo de tierra donde ahora dormían muchas de las pesadillas del joven. Rubilaxia había caído, sus muros derruidos y sepultados bajo las aguas junto con la gran ambición de Rubilax.

Como si hubiese sido una señal, en ese instante los ojos castaños del Yopuka descendieron hasta posarse en su, hasta la fecha, fiel compañero de aventuras. Ácido, directo y sarcástico, a pesar de todo había sido siempre una criatura en la que Tristepin había querido confiar. Pero sólo el entrenamiento con su maestro tras ser expulsado del Reino Sadida, de la forma más vergonzosa posible, le había abierto los ojos a cuál podía ser la verdadera naturaleza de su tarea como guardián de Favoritus.

¿Dándole mucho al coco?

Al escuchar su voz, Tristepin casi dio un brinco en el sitio al tiempo que se giraba e intentaba aparentar indiferencia.

¿Qué…? ¿Yo…? ¡No, qué va, ya me conoces! disimuló, componiendo su mejor sonrisa convencida y apoyando sólo un codo en la barandilla, en actitud despreocupada. Para su mayor agitación interior, Eva sonrió en ese momento dando a entender que no le creía, pero que iba a dejarlo estar. Con el pulso a mil por hora, el guerrero se irguió entonces, tragó saliva y preguntó. Y ¿tú? ¿Qué haces aquí tan tarde? ¿No deberías estar descansando para el viaje de mañana?

En la penumbra, Tristepin creyó detectar un ligerísimo rubor ascendiendo a las mejillas de la salvaje Ocra, pero no pudo jurarlo ni siquiera cuando ella se pasó el corto cabello rubio por detrás de las orejas y avanzó un par de pasitos más en su dirección.

No podía dormir reconoció la muchacha, encogiéndose de hombros como si eso lo explicase todo. Al menos, antes de alzar la barbilla unos centímetros y encararlo con sus hechizantes ojos verdes, en los que rielaba algo que parecía preocupación. ¿Estás bien?

Tristepin trató de aparentar serenidad, aunque no le salió bien del todo y terminó resoplando, apartando apenas la vista en el mismo movimiento.

No lo sé admitió, sin mirarla. Eva no se movió del sitio. La verdad es que… Me siento un poco perdido agregó al cabo de unos tensos segundos, alzando el rostro para encararla a medias, mientras se rascaba la nuca con nerviosismo y media sonrisa de disculpa. Supongo que lo de volver de la muerte y encontrarte encerrado en una espada volvería loco a cualquiera.

No puedo ni imaginarme lo que has sentido corroboró entonces Eva, cruzándose de brazos y acercándose unos pasos más, hasta alcanzar a su vez la baranda. Una vez allí, se acodó y miró hacia el horizonte mientras hablaba, como si pensara en voz alta. Lo cierto es que… Cuando todo sucedió, yo… ¡Nosotros! se corrigió con cierta violencia, sin mirarlo. No sabíamos qué hacer sin ti reconoció, momento en que Tristepin estuvo seguro de que se había ruborizado bajo los cortos mechones rubios. Y creyó que podría lanzarse a besarla ahí mismo cuando alzó la cabeza y susurró, muy bajito. Te hemos echado de menos, Pinpán.

El joven casi sonrió ante su apelativo en la Hermandad, sobre todo al escuchar su emotiva declaración. En honor a la verdad, su piel hormigueaba de deseo al recordar lo cerca que había tenido a Evangelyne desde que había llegado para rescatarlo en Rubilaxia, fuese en forma de espada o ya cuando recuperó su figura humana. Y el tacto de sus labios al hacerle el boca a boca, pensando que su alma se le escapaba de las manos nada más resucitar él…

Yo… me alegro de que pudieras escucharme, la verdad comentó, sin querer dejar traslucir ni un ápice del torrente de sentimientos corriendo por sus venas en ese instante. Aunque, cuando no pudo resistirlo más y sus dedos se enlazaron con los de ella sobre la baranda, ella no se retiró y eso dio al guerrero fuerzas renovadas para abrir su corazón. No sabía a quién más recurrir y siento haber puesto esa carga sobre tus hombros, Eva. Sólo quería que supieras que estaba vivo… Tragó saliva y agregó, con más timidez. Por cierto, te sienta muy bien el pelo corto.

Para su alivio, ella solamente se rio, comedida.

Gracias susurró. Tú tampoco estás mal con tu nuevo aspecto, olvidé decírtelo en su día.

El guerrero alzó una ceja intrigada y a la vez halagada.

¿En serio? ¿Tú crees?

Como única respuesta, sus miradas volvieron a encontrarse y Tristepin fue consciente de que estaban a una distancia muy escasa. Tanto que, por un segundo, temió que ella pudiese hasta escuchar los latidos de su corazón. Pero su sorpresa fue mayor todavía cuando ella no se retiró. Al contrario, cuando una mano pasó los cortos mechones de nuevo tras la oreja puntiaguda y después se depositó en su hombro, el joven Yopuka pensó que su interior iba a explotar de dicha de un momento a otro.

repuso Eva entonces, casi sobre sus labios. Creo en ti, Pinpán. Y eso nunca va a cambiar.

El Yopuka tragó saliva. No podía contenerse más. Si salía mal, que fuese lo que tuviese que ser. Pero, después de esa declaración, estaba claro que algo entre ellos había cruzado la barrera… y Tristepin sabía lo que quería que pasara a continuación. Así que, sin darse más opción a pensar, la besó.

No fue un gesto galante ni perfecto, por supuesto, dados los nervios y la inexperiencia del joven a la hora de hacer aquello. Sin embargo, a pesar de la ligerísima rigidez inicial cuando sus labios se rozaron, consecuencia de la sorpresa, a Tristepin lo agradó más de lo que admitiría nunca el notar que Eva tardaba apenas dos segundos en echarle los brazos al cuello y devolverle el beso con algo que parecía ansiedad mal contenida. Aunque estaba claro que ella tampoco tenía demasiada experiencia en aquello, cosa que dio ánimos renovados al joven guerrero y diluyó un poco sus nervios sobre meter la pata en un momento como ese, ninguno de los dos parecía dispuesto a retroceder una vez llegados a ese punto. Así, ambos adolescentes permanecieron enlazados durante varios minutos que parecieron detener el tiempo a su alrededor: sólo abrazando al otro, moviendo sus bocas cada vez con más pericia y disfrutando sin preocuparse de nada más; sólo con la timidez que da un primer amor que no sabías hasta ese instante que era totalmente correspondido, por ambos lados.

Aun así, el hechizo se rompió con cierta violencia, obligándolos a separarse casi de golpe y con las mejillas ardiendo, cuando escucharon aquel chillido apenas contenido a escasos metros de distancia. Y Tristepin confesaba que, si no estuviera tan molesto por la interrupción, o tan avergonzado porque les hubieran pillado tan pronto, se hubiese echado a reír a carcajadas ante la escena que se presentó frente a sus ojos.

Amalia, Ruel y Yugo se encontraban asomados a la claraboya que hacía de acceso a la azotea, mirándolos con los ojos como platos. Sus rostros no dejaban lugar a dudas sobre lo que pensaban; sus mandíbulas desencajadas y, en particular, el dedo extendido de Amalia en su dirección denotaba la sorpresa mayúscula que se acababan de llevar. Ahora sí, el tiempo pareció detenerse en la azotea mientras los cinco miembros de la Hermandad del Tofu no hacían más que mirarse unos a otros con estupor. Al menos hasta que Amalia dejó escuchar su estridente voz, primero en un tono apenas audible que fue subiendo de volumen conforme iba hablando:

Pero… se puede… saber… ¿Qué es esto? De inmediato, salió de la trampilla de un salto y señaló directamente a la Ocra presente. Eva… ¿Cómo puedes haberme ocultado algo así? ¡Soy tu mejor amiga!

¡Cálmate, Amalia! le pidió la aludida, aunque no perdió la avergonzada sonrisa en ningún momento. No es para ponerse así. En realidad, acabáis de pillarnos en el peor momento posible…

Vamos, Eva terció Ruel, saliendo a su vez. No puedes decir eso cuando acabamos de pillarte dándote el lote con el mozo aquí presente.

Acto seguido, le guiñó el ojo de forma pícara a Tristepin y este sintió las mejillas arder mientras apretaba los labios, tratando de no reaccionar de mala manera ante la interrupción del mejor instante de su vida. Por suerte, alguien más intervino en la conversación.

Amalia, algo me dice que Pinpán y Eva sólo estaban aprovechando a declararse ahora que todo ha pasado ¿no es cierto?

Los aludidos cruzaron una mirada avergonzada, antes de sonreír como dos idiotas y volver a bajar la vista. Ruel, por su parte, no parecía nada convencido y así lo demostró su siguiente pregunta.

Hum. Entonces… ¿No estabais liados antes de que este de aquí…? Ruel se dirigió a Eva, señalando a Tristepin con poco disimulo. Ya sabes…

La Ocra por su parte sacudió la cabeza negativamente sin despegar la vista de los tablones del suelo; el Yopuka por su lado sintió un desagradable nudo en el estómago al recordar el momento previo a su muerte, las lágrimas de Eva y la rabia que había sentido entre la paz de la muerte, maldiciendo que los hubiesen separado cuando ella parecía dispuesta a dar el paso. También por eso había recurrido a ella, en la secreta confianza de que sus sentimientos fueran los que él creía… Para su buena fortuna, era así. Pero eso no quitaba un ápice de molestia a la interrupción actual de sus tres amigos.

Lo que sí diluyó un poco la amargura fue, a continuación, sentir los dedos de Eva sobre los suyos mientras enfrentaban al resto de la Hermandad. Pero no hacían falta más palabras para explicar lo sucedido, ni lo que sentían. Con una sola mirada que cruzaron, Tristepin estaba seguro de una cosa. A partir de ese instante, fuera como fuese, Eva estaría a su lado. Mientras los cinco descendían de nuevo hacia sus habitaciones y Eva y él se despedían con un casto beso en la mejilla, el recién revivido Tristepin de Percedal sólo podía pensar en que esa sencilla idea lo convertía en el Yopuka más feliz del mundo de los Doce. Aunque algo de preocupación se filtró en su mente, mezclada con cierta ironía, cuando escuchó retumbar la voz de Amalia a través de la fina pared de madera y piedra:

Eva… ¡Ya estás cantando todo lo que haya pasado en estos días con Pinpán o te dejo de hablar!

 

 

 

Historia inspirada en Tristepin y Evangelyne, personajes de la serie “Wakfu”

Imagen: Wallpaper original Wakfu

Sigue a Paula de Vera en sus redes sociales: Facebook, Twitter, Instagram y Blog

No hay comentarios:

Publicar un comentario