Al verle marcharse hacia el aseo con
tantas prisas, Evangelyne había procurado por todos los medios mantener la
compostura y que no se notase una pizca de decepción en el rostro. Por una
parte, ella misma estaba aterrada de dar por fin ese posible paso con
Tristepin, dado que jamás había estado ni tan enamorada, ni tan cerca de
acostarse con nadie en toda su vida. Pero tras ver su espantada, a pesar de que
ella era la que había lanzado el primer órdago y había intentado excitarlo,
aquella Cra de apenas diecisiete años de edad se sentía más insegura que nunca.
Ella, que siempre se había considerado una mujer valiente, independiente y al
margen de lo que todos pudieran decir sobre sus maneras o su aspecto, ahora
temblaba como una hoja sólo de pensar en no ser capaz de pasar a la siguiente
fase con Tristepin.
«Pero, claro», reflexionó, amarga,
mientras su vista se volvía a posar sobre la foresta más allá del palacio.
«¿Qué puede darle alguien como yo a un héroe como él?».
En el fondo, desde que lo conoció
supo que él la superaba en muchas cosas, sobre todo en experiencia de vida. Él
había luchado contra monstruos, vivido aventuras antes de conocerlos a todos… Y
¿ella? La escolta de una princesa caprichosa que apenas había salido del reino
Sadida en toda su existencia.
Tan absorta estaba en sus agrios
pensamientos que en el momento en que algo rozó suavemente su espalda, por
encima del ajustado traje negro, Eva estuvo a punto de girarse de golpe y hacer
algo de lo que podía haberse arrepentido. Por suerte, tuvo la serenidad
suficiente para sólo girarse con cautela y relajarse en cuanto vio el rostro de
Pinpán a escasos centímetros de distancia del suyo. Cuando su mano se deslizó
hacia su cintura, Eva jadeó por lo bajo, pero no se resistió. Menos aún cuando
él acercó su rostro y la besó como si nada malo hubiese sucedido en los minutos
anteriores. Al contrario de lo que ella pudiese haber pensado, Tristepin
parecía igual de interesado que ella en seguir adelante con un cortejo más
serio y así lo demostró el instante en que sus tímidos dedos se deslizaron más
hacia la base de su espalda, haciendo que la joven contuviera un gemido a duras
penas. Deseosa, Eva se separó entonces del guerrero y lo tomó de la mano sin
darse más opción a dudar, antes de guiarlo sin violencia en dirección al
interior del dormitorio.
Cuando alcanzaron la altura de la
cama, Eva volvió a besarlo, notando su pulso acelerarse hasta extremos
imposibles mientras ambos caían sobre el mullido colchón de hojas y su amante
se tendía sobre ella nada más quitarse la capa con un gesto ansioso. Como si
fuera un impulso, la Ocra lanzó sus dedos hacia su pecho desnudo y lo acarició,
excitándose casi al mismo tiempo cuando Tristepin suspiró entre sus labios sin
apenas dejar de besarla. Aun así, cuando llegó el turno de él de intentar
desnudarla, Eva trató de no sentirse avergonzada y dejarse hacer con todo su
cuerpo temblando de anticipación. Aun así, la admiración que vio reflejada en
los ojos castaños de su amante en cuanto la tela desveló su tersa y pálida piel
le dijo todo lo que necesitaba saber. Con timidez, ella procedió entonces a
ayudarlo con el pantalón oscuro hasta que ambos quedaron frente a frente como
sus padres los trajeron al mundo diecisiete años atrás. No hablaron, no era
necesario. Como si fuera una coreografía de la que ninguno estaba del todo
seguro, sus cuerpos se aproximaron primero hasta una distancia casi impensable.
Sus labios se rozaban apenas y sus expresiones denotaban su nerviosismo sin
tapujos; pero Eva apenas se contrajo cuando Tristepin por fin dio el paso y se
adentró en ella con más cuidado del que jamás le hubiera supuesto nadie a un
Yopuka. Tras hacerlo, no obstante, los dos amantes se quedaron quietos durante
un par de segundos que parecieron eternos, como si no supieran qué hacer a
continuación. Por fortuna, el instinto o la pasión que atronaba sus venas sin
distinción se ocuparon de hacer el resto y el guerrero enseguida empezó a
moverse con delicadeza, haciendo que Eva gimiera. Con el paso de los minutos,
la emoción y la excitación aumentaron gradualmente al tiempo que sus pieles parecían
querer fusionarse hasta ser una sola. Quizá por eso, el final pilló a ambos
casi de sorpresa, haciendo que Tristepin por poco no se retirase con violencia
y el rostro algo encarnado. Para bien o para mal, las manos de Eva sobre su
espalda lo retuvieron lo suficiente como para que el guerrero terminase
apoyando la cabeza junto a su corto cabello rubio, jadeando como fuerza.
一Eva… 一la llamó, cuando pareció recobrar la capacidad de hablar.
一Dime, Pinpán 一repuso ella en el mismo tono, girando apenas para encarar su rostro
moreno.
Para su mayor alegría, él sonreía
con afecto infinito mientras se incorporaba apenas para mirarla.
一Eres lo mejor que me
ha pasado 一declaró
el guerrero, dejándose caer acto seguido sobre el colchón con gesto agotado一. Ay…
Eva rio ante su candidez.
一La verdad es que… Para
una primera vez, no ha estado nada mal 一comentó, feliz y relajada por primera vez en muchos meses.
Su amante abrió un ojo avellana en
su dirección y soltó una risita bronca complacida.
一Me alegra oírlo 一admitió, cerrando los ojos de nuevo.
Sin embargo, cuando Eva se giró para
encararlo, él hizo otro tanto como fuese una coreografía.
一Te quiero, Pinpán 一susurró ella entonces.
Como debió suponer, al escucharlo el
guerrero abrió los ojos como platos a causa de la sorpresa. Aunque para emoción
de la Ocra, enseguida sonrió y susurró:
一Yo también te quiero,
Eva.
La Ocra sonrió a su vez, antes de
acomodar la cabeza sobre su hombro y abrazar su torso con la mano opuesta. Sin
quererlo, ambos cayeron enseguida en un profundo y agotado sueño que duraría
hasta bien entrada la mañana siguiente; abrazados entre las sábanas vegetales y
sabiendo, tanto el uno como la otra, que desde ese momento no habría nunca
vuelta atrás en su relación…
Historia
inspirada en Tristepin y Evangelyne, personajes de la serie “Wakfu”
Imagen: fotograma original de la serie
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